COITUS INTERRUPTUS
Lo hice. No tuve que pagar y no me resistí a la tentación de disfrutar de un placer adulto.
Lo hice. No tuve que pagar y no me resistí a la tentación de disfrutar de un placer adulto.
Pero una vez en su interior, enseguida me di cuenta de que aquello no acabaría bien y que no encontraría allí la satisfacción que me prometía al ver su espectacular aspecto exterior.
Me pareció como un huevo Kinder: apetecible por fuera pero vacío por dentro, o a lo sumo con algún tipo de sorpresa, alguna fruslería con pretensiones.
Con catorce años recién cumplidos, el museo Guggenheim de Bilbao sigue siendo un huevo Kinder.
Cuando asistí a su inauguración no me pareció elegante que los obreros se hubieran dejado por el suelo piedras, hierros, arena y bolsas de plástico. Un vigilante me advirtió para que no me acercara demasiado a la obra … de arte. No era basura que se habían olvidado los obreros, sino que se trataba de una de las obras de arte expuestas en el nuevo icono de Bilbao. Al principio no le creí y pensé que lo hacía por mi seguridad, para que no me clavara alguna punta o algo así, pero insistió en que aquel montón de basura era una de las obras que se exponían, y hasta me señaló la placa en la que ponía el nombre de la obra y el autor. Cosas veredes, amigo Sancho.
Cuando asistí a su inauguración no me pareció elegante que los obreros se hubieran dejado por el suelo piedras, hierros, arena y bolsas de plástico. Un vigilante me advirtió para que no me acercara demasiado a la obra … de arte. No era basura que se habían olvidado los obreros, sino que se trataba de una de las obras de arte expuestas en el nuevo icono de Bilbao. Al principio no le creí y pensé que lo hacía por mi seguridad, para que no me clavara alguna punta o algo así, pero insistió en que aquel montón de basura era una de las obras que se exponían, y hasta me señaló la placa en la que ponía el nombre de la obra y el autor. Cosas veredes, amigo Sancho.
Vale que no soy un experto en arte, pero sé cuándo alguien ha olvidado recoger la basura.
Después vi que muchas de las obras expuestas eran del mismo tipo: unas bombillas encendidas, un lienzo en blanco que se titulaba “Blanco”, unos tablones tirados en el suelo, etc.
Había cola para ver la exposición en una de las amplias y vacías salas del museo: unos botes de pintura en el suelo, otro colgado del techo y los consabidos restos de cualquier obra de albañilería hecha por un operario un poco descuidado.
Había cola para ver la exposición en una de las amplias y vacías salas del museo: unos botes de pintura en el suelo, otro colgado del techo y los consabidos restos de cualquier obra de albañilería hecha por un operario un poco descuidado.
Viendo a los visitantes contemplando aquello como si fuera una obra de arte, me acordé de historia de "El traje nuevo del Emperador".
Si hubiera colgado un zapato en una pared del museo habría pasado por una expresión artística de alto nivel y la gente se pararía a comentar la profundidad del mensaje. Tendría que ser, eso sí, un zapato sucio y con la suela desgastada para representar las penurias del hombre en su deambular por la vida y por la historia. Le voy a dar un par de vueltas, que tal vez esta idea tenga futuro.
Un colectivo de artistas colgó un zurullo de obra (Torbellino del amor) para denunciar que a cualquier cosa lo llaman arte, y allí estuvo colgado el "valioso" cuadro hasta que los responsables del museo empezaron a sospechar que aquel cuadro no era de allí.
Salté en marcha de aquella experiencia y di un paseo por el nuevo Bilbao, luminoso, elegante, tranquilo, espectacular, con la impactante imagen del Guggenheim protegido por la orgullosa torre Iberdrola, al remanso de la música del grupo de jazz que amenizaba la tarde en la terraza de la cafetería junto a la ría en Abandoibarra.
Si hubiera colgado un zapato en una pared del museo habría pasado por una expresión artística de alto nivel y la gente se pararía a comentar la profundidad del mensaje. Tendría que ser, eso sí, un zapato sucio y con la suela desgastada para representar las penurias del hombre en su deambular por la vida y por la historia. Le voy a dar un par de vueltas, que tal vez esta idea tenga futuro.
Un colectivo de artistas colgó un zurullo de obra (Torbellino del amor) para denunciar que a cualquier cosa lo llaman arte, y allí estuvo colgado el "valioso" cuadro hasta que los responsables del museo empezaron a sospechar que aquel cuadro no era de allí.
Salté en marcha de aquella experiencia y di un paseo por el nuevo Bilbao, luminoso, elegante, tranquilo, espectacular, con la impactante imagen del Guggenheim protegido por la orgullosa torre Iberdrola, al remanso de la música del grupo de jazz que amenizaba la tarde en la terraza de la cafetería junto a la ría en Abandoibarra.
Nada que ver con la antigua imagen de Bilbao en la que las herrumbrosas chimeneas se abrían paso en un día húmedo y gris.
Vi compensado con esa experiencia el gatillazo del comienzo de la tarde.
Vi compensado con esa experiencia el gatillazo del comienzo de la tarde.
----------------------
Quien pretenda una felicidad y una sabiduría constantes, deberá acomodarse a frecuentes cambios.