Gargantúa

Gargantúa

Ahora, desde la distancia, parece algo inofensivo, algo que tus padres te hicieron a ti y que tú estás dispuesto a repetir con tus hijos. Pero es un momento dramático.

Hay una larga cola de niños inquietos agarrados de la mano de sus padres, nerviosos, esperando el instante definitivo. Tus padres no iban a hacerte algo malo, y es por esa razón por la que tú también estás allí haciendo cola, agarrado de la mano de tu padre. Además, el resto de los niños parece que están dispuestos a afrontar la situación con valor, y tú no puedes ser el cobarde de la fila. Pero lo cierto es que tienes miedo, mucho miedo, y estás asustado.

Tú sabes que los otros niños también están inquietos, como tú, porque no hacen más que preguntar a sus padres detalles del evento al que se van a enfrentar en apenas unos minutos. Si fuera algo divertido estarían alborozados, dando saltos llenos de alegría. Pero no lo están. Mantienen el tipo, como tú, pero tú tienes miedo, y no lo puedes decir.

Recuerdas cuando tu madre te llevó de pequeño a operarte de las anginas. Entonces no te ingresaban en ninguna parte, tú ibas andando hasta el centro de salud, entrabas en la sala y el médico te extraía las anginas con unos alicates mientras tu madre te decía que no pasaba nada. Pero sí pasaba. No había anestesia ni nada que se le pareciera, salvo el hecho de que el médico te decía que abrieras la boca y cerraras lo ojos, porque te iba a dar un caramelo. Fue solo un instante y sabías que no te iba a dar un caramelo. Pero tu madre estaba allí contigo. Al terminar, te cubrías la boca con una toalla que habías llevado al efecto para recoger la sangre que manaba de tu garganta de manera abundante. Pero no pasaba nada. ¿Qué iba a pasar si ibas agarrado de la mano de tu madre? Al terminar la operación volvías a casa andando, con la toalla empapada de sangre cubriéndote la boca, mientras tu madre te prometía que al llegar te daría un poco de hielo para cortar la hemorragia. Lo del hielo estaba bien, era divertido, pero no en aquellos momentos en los que nada te divertía.

Pero en aquellos momentos estabas allí con tu padre, como el resto de los niños, haciendo cola, inquieto, tratando de aparentar que no te importaba y que afrontarías el evento con valor. Y allí estaba él, el Gargantúa, con su cara de bonachón y un apetito insaciable que trataba de satisfacer comiéndose a todos los niños de la fila. Entonces subes las escaleras hacia el cadalso y miras a tu padre de refilón. Es la primera vez que te deja solo frente a una situación que tal vez sea definitiva. Hasta cuando te arrancaron las anginas tu madre estaba allí contigo. Pero ya eras casi un hombre y era hora de que afrontaras solo aquel inquietante momento.

Todo el mundo está de fiesta, son las fiestas de Bilbao, pero a nadie parece importarle, salvo a tu padre que no te quita ojo, el momento tan trascendente que estás a punto de afrontar. Y al fin te lanzas boca adentro, estómago abajo, hasta salir escupido a gran velocidad por la retaguardia del glotón, tras un largo, oscuro e interminable viaje en el que no atisbabas el final. Caes al final del viaje sobre una colchoneta liberadora y de pronto se hace la luz. Y allí está tu padre, esperándote para recogerte, o recoger tus restos, la poca integridad que te queda, que ya lo dabas todo por perdido. Has sido valiente, has afrontado solo aquel instante incierto y has salido con bien del entuerto. Y te sientes grande, llenas tus pulmones de satisfacción y te sientes ya capaz de mirarle a los ojos al glotón para decirle ¡me he atrevido!

Ahora, desde la distancia, me parece un juego de niños, pero había que estar allí, después de que tu padre te hubiera soltado de la mano para que te adentraras en aquella experiencia solo, muy solo, enfrentándote a aquel gigante.

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Si te aprieta, no es de tu talla.

 

Amor Civilizado

Amor Civilizado

Es civilizado y moderno quedar como amigos cuando el amor se termina. Es una cuestión de ecología: cuando  se acaba el amor, siempre se puede reciclar y convertirlo en amistad, saludarse con un par de besos cuando se produce un encuentro casual, o incluso tomar un café para charlar.

No: Se recicla la basura, no el amor. No se puede vulgarizar el amor. Soy de esos amantes a la antigua que suelen todavía mandar flores, dice la canción. No quiero un amor civilizado, dice otra canción. No quiero un amor que se pueda reciclar.

Una ruptura sin pasión es como un café descafeinado, un champán sin burbujas, un vino de bar. Cuando el amor no es protagonista, se convierte en un personaje de reparto, un guion de pieles compartidas. Amores que se pueden reciclar no dejan huella, y no hay nada más vulgar que transitar el amor sin una huella que dejar.

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Deja ganar a quien juegue a perderte.