Una Chica Normal

Una Chica Normal
Una chica normal, ni guapa ni fea, ni alta ni baja, agradable, sin más. Todos los días cogía el metro que había junto a su portal para ir a trabajar, luego hacía un par de compras en el súper de al lado de su casa, sacaba al perro a pasear para que hiciera sus cosas de perro, se hacía la cena, ponía la tele y... ¡ya está! Se arreglaba lo justo para no llamar la atención, ni por exceso ni por defecto, y le bastaba con poder superar la jornada sin dificultades especiales para, al finalizar el día, poder decir que todo había ido bien.
Esa era Luisa: una chica normal.

Ni siquiera el día que se presentó a la entrevista de trabajo -de eso hacía ya tres años- se arregló de una manera especial. El puesto al que aspiraba era de administrativa en una empresa de suministros informáticos, nada relacionado con la carrera de Dirección de Empresas que había terminado con buen nivel el invierno anterior, sino de simple administrativa. Pero no le importaba. Era un trabajo sin complicaciones con el que obtendría los ingresos que necesitaba, y eso era más que suficiente para satisfacer sus aspiraciones.

Enseguida entabló amistad con Pilar, su compañera de la mesa de al lado en la oficina. Pilar no era normal. Sonriente, divertida, coqueta, de vestidos breves y ajustados… y esa preciosa melena de ensortijado pelo rubio que aireaba provocadora, apartándose el pelo de la cara con indisimulada malicia sabiendo el efecto demoledor que eso producía en los varones de la oficina.

Pilar adoptó a Luisa desde el primer momento como si fuera su protegida, y se empeñaba en enseñarle los vericuetos de la empresa, de las relaciones humanas y de la vida. Luisa era un poco pacata, y convertirse en su hada madrina no hacía más que engrandecer su ego. Además ella no era rival para Pilar, por lo que llevarla siempre a su lado resaltaba aún más su atractivo, por comparación, además de hacerle parecer una persona buena y desprendida que ayudaba a la nueva de la oficina a navegar en aguas turbulentas.

Pilar estaba enamorada del jefe. No había nadie en la oficina que pudiera hacerle sombra en lo que a atractivo sexual se refiere, por lo que ella era la candidata ideal, la única mujer en la que él se fijaría. Sólo era cuestión de tiempo y de encontrar la circunstancia adecuada, circunstancia que ella trataba de provocar una y otra vez de mil maneras diferentes. A veces hacía como que tenía que sacar adelante un trabajo urgente y por eso debía quedarse más tiempo en la oficina… tal vez el jefe se lo agradecería y se ofrecería a llevarla a casa en su coche y... ¡quién sabe! Las buenas noticias procuraba dárselas ella, mientras que para las malas enviaba al despacho a Luisa… Esa era Pilar.

El jefe era un buen hombre, un buen profesional, elegante, tranquilo y bien parecido, con ese plus de atractivo que da ser el jefe. No es que no le gustara darle un repaso a Pilar, sino que sabía que eso no sería serio y que ella no le traería más que problemas por su indiscreción y su sempiterna actitud de presumir de todos sus éxitos. No podía caer en la tentación de indigestarse con aquella atractiva y provocadora mujer que, como una bonita tarta llena de crema pero vacía de contenido, siempre se queda en el plato, de puro empalagosa. Por eso, y no por falta de ganas, era por lo que la ignoraba.

Una tarde se hizo tarde, valga la redundancia, y fue Luisa quien tuvo que quedarse para cerrar las cuentas del mes. También se quedó el jefe, como no podía ser de otro modo, él en su alejado despacho con persianas y ella en la explanada de la oficina, perdida entre mesas y pantallas de ordenador. Terminó la jornada y el jefe, esta vez sí, se ofreció a llevarla en coche hasta su casa. Era ya de noche y la empresa se encontraba en un polígono industrial, que aunque no estaba muy alejado del centro, a esas horas sí lo parecía.

Algo pasó durante el viaje. De pronto el coche se convirtió en un santuario donde todo podría ocurrir, aislados de todo, del entorno, de lo correcto y del sentido común.

-No recuerdo tu nombre, discúlpame, pero estamos contratando gente constantemente y yo tengo tanto lío… ¡Gracias por haberte quedado hasta terminar el cierre!
-Me llamo Luisa, y llevo ya tres años en la empresa -le dijo a modo de reproche.
-Lo siento de verdad, Luisa, seguro que a partir de ahora te tendré ubicada en la oficina… ¿Eres tú quien se sienta en la mesa de al lado de la de Pilar?
-Esa misma, la que hace los trabajos desagradables -dijo entre risas.
-Pues no entiendo cómo no te he visto antes.
-Seguro que es porque Pilar deslumbra y eclipsa al resto -rió de nuevo.
-Tú no tienes nada que envidiar a Pilar, sólo tienes que levantar la cabeza, andar erguida y… ¡ya verás!

Ya habían llegado hasta el portal de Luisa. Llovía. Él paró el motor, la cogió de barbilla para hacer que le mirara, apartó el pelo de su cara y le dio un beso casi imperceptible en la boca. Ella agachó la cabeza, pero él volvió a cogerla de la barbilla para levantársela de nuevo y volvió a besarla. Una y otra vez.

A día siguiente Luisa miró a Pilar como quien ha descubierto un secreto a pocos revelado. Si no hubiera aceptado aquel trabajo el día de la entrevista, hoy seguiría siendo una chica normal. 

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Lo mejor de la vida es el pasado, el presente y el futuro.

Delicatessen

Delicatessen
Es el foie gras un producto untable que se obtiene alimentando a la fuerza patos o gansos, consiguiendo así que desarrollen un enorme hígado enfermo, que luego se come la gente como si fuera un manjar.
Es como esa otra gente que que paga un alto precio en dinero y en salud para meterse por la nariz un polvo blanco que ha viajado miles de kilómetros introducido en el recto de un paria.
Hay gente que ingiere porquería que nace de la tortura o del crimen como si fuera una delicatessen, y se atreven incluso a presumir y exaltar la calidad y la excelencia del producto, como entendidos catadores del lujo.

Un ganso que produce foi gras haciéndole engullir a la fuerza grandes cantidades de porquería alimenticia...
Una mula que transporta droga en el recto jugándose la vida y la cárcel por un poco de dinero que no le sacará de pobre...
Un votante que vota, sobrealimentado de banderas y consignas enlatadas, que discute con su vecino por ver qué bandera es la más bonita...
Un consumidor que consume todo lo que le pongan en le tele y presume de llevar bien visible el logo de la marca que le hace ser más distinguido...

No nos tratan como a personas, sino como a gansos, mulas, votantes o consumidores, ni siquiera clientes, sino simples consumidores de su basura enlatada.
¡Y nosotros discutiendo sobre si es más apetitoso el paté de pimienta o el de finas hierbas!

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“Si no estáis prevenidos ante los medios de comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido”.
(Malkolm X)