Cortesía

Cortesía
Recientemente asistí a la presentación de un libro de un escritor. La sala estaba llena, había unos trescientos asistentes al evento, que era más o menos el número de butacas disponibles.
Algunos estaban allí desde media hora antes, los habían que habían llegado diez minutos antes, y otros con apenas un par de minutos de antelación.
Llegada la hora, el ponente dijo que íbamos a esperar diez minutos de cortesía, por si quedaba todavía algún rezagado.

Esos diez minutos de cortesía con aquellos que no habían tenido la cortesía de llegar a la hora, me parecieron una gran descortesía con los que sí habíamos llegado a la hora, incluso con mucho tiempo de antelación.
Diez minutos, multiplicados por trescientos asistentes y dividido por sesenta minutos, nos da un total de cincuenta horas, cincuenta horas que el ponente se permitió robarnos a los asistentes que sí habíamos tenido la cortesía de ir a escucharle a la hora en que él programó el inicio del evento.


Las cuatro o cinco personas que llegaron tarde no habrían considerado una  cortesía hacerles saber que trescientas personas habían estado esperando por culpa de su tardanza. Seguro que habrían preferido entrar en silencio, tratando de pasar desapercibidos y sin que nadie les hiciera ver que su tardanza había robado cincuenta horas de tiempo ajeno.

Doble descortesía por parte de quien quería ser cortés.
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No hace falta analizar todo el mar para comprobar su calidad, basta con tomar unas pocas muestras de aquí y de allí.