Llama Encendida

Llama Encendida

A tus puertas llamé
con la llama de mi amor encendida.
Vuelve otro día, dijiste.
Y yo allí, cuitado de mí,
con el pelo mojado y mi llama encendida.
Hacía frío, y llovía.

(Templar)
 
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Cambiemos a las personas que nos hacen perder el tiempo por aquellas que nos hacer perder la noción del tiempo.


Amor Amargo

Amor Amargo
Tomás y Teresa viven al fin retirados en un pequeño pueblo mientras juegan con Karenin, próximo a morir de cáncer, para hacerle sus últimos días más llevaderos. Karenin es su perro y le quieren como a un miembro más de la familia. Muchas personas hoy día encuentran en sus perros mucho más amor y compañía de la que les haya ofrecido jamás ninguna otra persona. Después de tanta fiesta, después de tanto jolgorio y salidas nocturnas, al llegar a casa se encuentran con la más absoluta y brutal soledad, que golpea la cara y el corazón sin piedad, soledad aliviada unicamente por sus fieles y peludos compañeros de vida.
Tomás, Teresa y Karenin son personajes de la novela “La insoportable levedad del ser”, del checo Milan kundera. Trata en ella los conflictos de la vida en pareja, tanto en el plano sexual como afectivo, todo ello dentro de una reflexión más amplia y profunda sobre la inutilidad e inconsistencia de la propia existencia del ser humano.

Mientras me recreo con las descripciones de los sentimientos que les produce su recién estrenada vida campestre, hago un alto para tomar un sorbo de whisky y retomo de nuevo la lectura. Leo una página y sólo cuando termino la página siguiente me doy cuenta de que ya había leído la página anterior, y también la siguiente, y ni siquiera me había enterado del texto. Había empezado a leer y a perderme en un bosque de líneas bucólicas mientras oía una suave música de jazz de fondo... había estado leyendo mientras mi imaginación volaba hacia otras historias, había entrado en un proceso de lectura automática mientras oía música, bebía un sorbo de whisky y recordaba historias lejanas. Dos páginas enteras había leído sin ser consciente de lo que leía.

Me había transportado a una situación lejana, también en un pequeño pueblo, un pueblo húmedo y frío que hace de la chimenea de aquella casa de campo una lugar idílico al llegar la noche.
Terminada la jornada, en la vieja cama de la habitación el colchón se hunde y los muelles chirrían, lo que obliga al matrimonio a dormir pegados en el centro hundido de la cama, que tampoco es mala idea dado que hace frío y el calor de la chimenea no llega más que al salón, dejando el resto de las habitaciones de la casa huérfanas y desangeladas.
El frío y el obligado abrazo hacen que suceda lo inevitable, a oscuras, casi de mala gana... hace ya años que apenas se hablan.
Es una situación incómoda, indigna, deshonesta... apenas se soportan después de tantos años de convivencia... pero la casa está fría y sola... y en la calle se oye llover. Por un momento fingen que se quieren, tal vez para hacer de aquello algo digno y no sentirse culpables. Es una situación sucia sin duda, una situación húmeda que sólo la soportan porque están a oscuras. Sólo así, en la oscuridad, con aquel frío que calaba hasta el alma, hundidos en el centro del colchón y los muelles chirriando al ritmo de sus gemidos , fingiendo que por un instante se querían... podían soportar aquel momento del que sin duda al día siguiente se arrepentirían.
Con el nuevo día las cosas se verán de otro color, se verán como siempre y apenas se cruzarán la mirada, tratando de ignorar lo que había sucedido en aquella noche fría, lluviosa y de gemidos húmedos.

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Arte extraño el de nuestras necesidades, que trueca en preciosas las cosa más viles. (Wlilliam Shakespeare).


Charlatán

Charlatán
Es domingo por la mañana, un día precioso, a punto de entrar la primavera. 
Mi padre se ha puesto el traje y la corbata de los domingos, y mi madre me ha puesto mi abrigo preferido, el único que tengo, un abrigo cruzado con botones metálicos.
Parecería un general, si no fuera por mis pantalones cortos con la raya recién planchada. Es una época en la que hasta los trabajadores del metal visten de traje y corbata los domingos, y no para ir a misa, que mi padre, comunista como es, no usa de esas costumbres. Incluso pasó unos meses en la cárcel en aquellos tiempos difíciles de la España en blanco y negro, no por no ir a misa, sino por ser comunista. Bueno... y por organizar una huelga en el astillero en el que trabajaba.

Cogemos el autobús rojo de dos pisos... me encantan esos autobuses... pagamos al cobrador, que el autobús tiene conductor, cobrador y revisor... yo tengo que mentir sobre mi edad, extremo este del que ya me ha advertido mi padre, para no pagar billete. Y subimos al piso de arriba, a ver si con un poco de suerte los asientos de la primera fila están vacíos y puedo sentarme frente a la cristalera en primera fila, viendo las calles desde arriba, desde esa situación tan privilegiada.
He tenido sueños muchas veces en los que me imagino en esa situación, y el autobús va tomando las curvas a gran velocidad, se va doblando en cada curva como si fuera de chicle, y rozamos con los cables y los edificios que flanquean la carretera... no puedo pararlo y el autobús cada vez va cogiendo más velocidad... menos mal que sólo es un sueño.
Ya sentados en primera fila del piso de arriba, voy moviendo las manos como si fuera el conductor, tomando las curvas con precisión... le digo a mi padre “papá, a que parezco el conductor”.... un niño resabiado del asiento de al lado le dice a su padre “papá, a que ese niño no se parece al conductor”... ¡mal rayo le parta al niñato ese!
Al final, llegamos a Santurce, a la plaza que hay junto al puerto... vamos a ver al charlatán, un vendedor ambulante, que subido en su furgoneta llena de cosas increíbles, hace magia con las palabras. Lo de charlatán no es un término despectivo, sino un título al mejor orador del mundo, un hombre que embelesa con sus palabras y que tiene la furgoneta llena de objetos bellos, objetos increíbles, inventos maravillosos que me dejan con la boca abierta.

Esta maravillosa cartera con bolsillos para todo lo que necesite... cuánto cree que vale... ni diez, ni nueve, ni ocho... sino cinco pesetas... y eso no es todo... con esta fantástica cartera se lleva usted de regalo esta maravillosa navaja multiusos que le sacarán de mil apuros... pero esto no ha terminado... no señor... además, comprando esta cartera se lleva también, junto a la navaja multiusos de regalo, este maravilloso cepillo para recoger todas las migas del mantel de la cocina”... Y entonces, echa un puñado de arena sobre un mantel, y de un par de pasadas con aquel invento recoge-migas deja el mantel completamente limpio... recoge la arena, monedas, pequeñas piedrecitas... Aquella maravillosa cartera con una estampa del Real Madrid, o la del Barcelona... o la otra con una del Athletic...
No para de hablar, no se equivoca, no tartamudea, no duda... es una ametralladora de palabras increíbles que no te dejan tiempo para pensar... yo quisiera comprármelo todo, todo me gusta, todos aquellos artilugios con mil utilidades... y su seductora manera de hablar... todo un espectáculo dominguero en el puerto de Santurce... Al final, mi padre se toma un vino en el bar de al lado, en uno de esos vasos chiquiteros de culo enorme y pesado, y a mí me pide un mosto, que me parece lo más sofisticado del mundo. Luego cogemos otra vez el autobús de dos pisos, de vuelta a casa, y le cuento a mi madre mientras comemos la cantidad de cosas increíbles que tenía aquel orador de la plaza... todo un espectáculo.

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Al final, lo que nos queda de la vida son los recuerdos, así que hay que procurar que sean buenos.