Déjame Que Te Cuente


Déjame Que Te Cuente

Ya sé que no se estila, pero soy de esos amantes a la antigua que suelen todavía mandar flores.

Déjame que te cuente que me gusta cuando abres las puertas de tu jardín y se cubre de rocío sólo con mirarlo.


Déjame que te diga que me gusta el misterio de tu altar cuando entro en él para honrarle con íntimo fervor.


Déjame que te confiese que, así como el café huele mejor de lo que sabe, tú sabes tan bien como anuncia el aroma de tu pasión.


Déjame que te cuente, déjame que te diga, déjame que te confiese...

que te Amo.
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Yo para ti, tú para mí.

El Clavel Y La Rosa

El Clavel Y La Rosa
Cuentan que Quevedo, ilustre escritor del Siglo de Oro español, irónico, satírico y pendenciero, apostó con unos colegas que llamaría "coja" a la coja reina consorte de España, Isabel de Borbón.
Así que Quevedo, miope y cojo también, con un ramo de claveles en una mano y uno de rosas en la otra, haciendo uso de un juego de palabras conocido como "calambur", abrió los brazos y le dijo:

"Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja".

Vi no hace mucho una película en la que la policía acusaba a un asesino de ser un "psicópata" porque había matado a su infiel esposa sin mostrar la menor empatía, arrepentimiento o sentimiento alguno. Si lo hubiera hecho con acaloramiento, habría sido un simple asesino que había cometido un crimen pasional. Pero él lo juzgó, lo valoró y lo planeó antes de hacerlo. Lo hizo de manera pensada, tomándose su tiempo, sin empatía, con frialdad.

No hay una definición exacta de lo que es un psicópata, pero parece que hay características que lo definen con más o menos atino:
- Encanto superficial
- Ausencia de nerviosismo
- Escasa fiabilidad
- Falta de sinceridad
- Falta de remordimiento y vergüenza
- Egocentrismo y carencia de empatía
...
Me pregunto cuántos políticos responden a este perfil.

Por cierto, el asesino psicópata de la película fue condenado por el juez, que dictó la sentencia de manera pensada, tomándose su tiempo, sin empatía, con frialdad.


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Entre el clavel y la rosa... virgencita, que me quede como estoy.


Soñé Que Soñaba

Soñé Que Soñaba

Imagina que te diriges andando hacia una pared que se encuentra a una distancia de 100 m. Cuando has recorrido la mitad de camino, te quedan por recorrer 50 m para llegar a tu destino. A la mitad del camino que te queda, te faltarán sólo 25 m hasta alcanzar la meta. Cuando sólo te quede un milímetro para darte de bruces contra la pared, primero tendrás que alcanzar el punto intermedio, es decir, 0,50 mm. Y luego todavía te faltará la mitad de 0,50 mm, y después la mitad de la mitad de 0,50 mm... y así indefinidamente sin llegar jamás a tu destino.

Con este razonamiento demostraba el filósofo griego Zenón que en realidad el movimiento no existe y que sólo es un producto de nuestra imaginación.

Claro que también había gente más pragmática que, sin tanto razonamiento, zanjaba el asunto diciendo que la existencia del movimiento se demuestra simplemente andando, aunque esto tampoco despeja la duda de si es algo real o imaginado.

Imagina que tienes un metro y lo divides en tres partes iguales. Cada una de las tres partes medirá 1/3 de metro. Sin embargo 1/3 = 0,3333333333.... y así hasta el infinito, por lo que el resultado de sumar las tres partes nunca volverá a ser 1.


Gracias a las matemáticas podemos deducir que el concepto de distancia no es más que un producto de nuestra imaginación, del mismo modo que lo es el movimiento, el tiempo y otras magnitudes que nos fabricamos a conveniencia para poder sobrevivir en nuestra Matrix particular.

Del mismo modo que hay quienes necesitan creer en un dios para poder explicar su propia existencia, la mente necesita crear estas magnitudes para poder tener una explicación lógica sobre la que transitar lo que llamamos vida.

Ayer soñé. Como siempre que sueño, lo viví como si fuera una experiencia real, y no supe que había sido un sueño hasta que desperté. Despertar te hace ver que lo que "viviste" la noche anterior fue sólo un sueño.
Y sólo cuando estás "despierto" vives tu experiencia real. Real para ti, pero en realidad no es más real que el sueño de la noche anterior cuando no sabías que dormías.

¿Y si lo que percibimos como realidad no es sino otro sueño del que no conoceremos su naturaleza hasta que despertemos?
¿Y si despertamos de ese segundo sueño y nos damos cuenta de que la realidad desde la que descubrimos que la otra realidad fue sólo un sueño, es también otro sueño?

Y así vas avanzando de sueño en sueño sin llegar nunca a alcanzar la pared.
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Yo soñé que soñaba, y al despertar comprobé que todavía estaba dormido.