El Arriero

El Arriero
Hace unos lustros yo también estuve ahí, donde hoy he visto jugar a esos niños yo también jugué, en la misma plaza, con los mismos padres pintando el cielo de azul para que vivamos como si todo fuera bien, ajenos a la pobreza, ajenos a sus preocupaciones por no tener más que media naranja para el postre y hacer que a ti te parezca una naranja entera, mientras ellos pasan las de Carpanta.

El domingo por la mañana subía la cuesta de la Iberia hasta la plaza, con ropa de domingo claro está, que era fiesta de guardar, y mi padre me compraba en el kiosko un tebeo de El Jabato, El Llanero Solitario, El Coyote, Jerónimo, Flecha Roja… cada domingo uno distinto ¡qué contento volvía a casa! Cuando se encontraba con los amigos, que siempre tenían algún detalle conmigo, entrábamos en un bar y me pedía un mosto mientras ellos comentaban la viñeta de Don Celes del periódico y tomaban un txikito en aquellos vasos de culo gordo.

Me gustaba parar frente al escaparate de la zapatería de la esquina al final de la cuesta, en la que vendían zapatos Gorila, no por los zapatos, que también, sino por el enorme gorila que tenían como reclamo publicitario. No había vez que no parara embelesado frente a aquel escaparate para mirarlo, donde además había unas preciosas botas de color verde militar que, después de mucho tiempo insistiendo, mis padres terminaron por comprarme, quién sabe con cuánto sacrificio sin ser yo consciente de ello.  He pasado a ver al gorila por ver si era tan grande como lo recordaba, pero ya no está.

Los Altos Hornos tampoco alumbran ya todo Bilbao, como decía la canción, sin embargo ahí están los mismos niños jugando, los mismos padres pintando el cielo de azul, la misma penuria disimulada… nada ha cambiado en todo este tiempo, salvo los vasos txikiteros, que ya sólo se ven en las tiendas de souvenirs. Tanto las ilusiones de los niños como los sacrificios de los padres siguen intactos.

Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas, que dice “El Arriero”.

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Quien no estuvo en las malas, en las buenas sobra.