El Ascensor

El Ascensor
Hace un día precioso a pesar de estar a las puertas del invierno y me dispongo a salir para dar un paseo junto a la playa donde mis padres me llevaban cuando era pequeño.

Me encuentro en el ascensor con una vecina, no sé su nombre, no sé exactamente dónde vive... por arriba, dado que el ascensor está bajando cuando para en mi piso. No es precisamente una niña pero tiene ese plus de atractivo que tienen las mujeres maduras, con esa altivez de no querer hablar con cualquiera, el pelo bien arreglado, alguna joya llamativa, que no cara, el rictus serio, regio... un punto despectivo.
La saludo con una sonrisa amable y ella responde sin mirarme. Se atusa el pelo, mira el reloj, rebusca en su bolso, se coloca el cuello de la chaqueta... pero no me mira. ¡A ver si llegamos pronto al portal!

Me resulta un poco rara tanta altivez, dado que yo sé qué bragas usa, lo que da a nuestra relación de ascensor un grado de intimidad que ella parece no querer reconocer. Las usa de colores llamativos y diseño sexy, nada de esas bragas de cumplido de algodón. Lo sé porque las veo en su colgador cuando me asomo a la ventana para tender mi ropa, aunque ella trate de ocultarlas colgando en las cuerdas exteriores toallas y prendas así.

No sé cual de ellas lleva hoy puestas... la próxima vez se lo pregunto.

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Experiencia es lo que obtienes cuando no obtienes lo que quieres.