Sin Perdón

Sin Perdón
Seguramente has perdonado alguna vez. Seguramente alguna vez te han perdonado un error, una ofensa, un desliz. Cuando te perdonan, especialmente si quien lo hace es importante para ti, te sientes aliviado, y cuando perdonas, te sientes generoso, te sientes bien por lo buena persona que eres.

Sin embargo, perdonar es ofender, perdonar es humillar, perdonar es castigar. Eres un bellaco, tú tienes toda la culpa, pero yo soy generoso, lo voy a olvidar y no te lo voy a tener en cuenta”.

Perdonar no cambia el pasado y sólo sirve para restregar al beneficiario de tu magnanimidad que tú eres grande y él es mezquino.
Cuando dices que perdonas, en realidad estás diciendo “tú tienes la culpa (si no la tuvieras no habría necesidad de que yo te perdonara), pero yo soy generoso y no te lo voy a tener en cuenta”.
Y cuando dices que lo vas a olvidar, en realidad lo que estás haciendo es recordarle que él sigue teniendo la culpa -no vaya a ser que se le haya olvidado-, pero que tú no se lo vas a tener en cuenta.

De esta manera, cuando te perdonan, cuando perdonas, lo que estás haciendo es volver a admitir en tu círculo a esa persona, pero bajo nuevas condiciones, mermadas, por supuesto, nuevas reglas de juego en las que la otra persona tiene que estarte siempre agradecido por haberle admitido en tu círculo a pesar, que conste, de que no se lo merece.

Es como ese empresario que despide a un empleado fijo porque dice que no es muy eficaz, pero a la semana siguiente vuelve a contratarle con un contrato eventual y la mitad de sueldo.

Perdonar no sirve de nada, no cambia lo hecho, y quien se atreve a perdonar está más cerca del bellaco que del magnánimo. Piénsalo. 

----------------------
Si el viento tira el muro, la culpa no es del viento, sino del muro.