¿Y AHORA QUÉ?
Nada más asomar la cabeza al mundo lo primero que hicieron fue darte unos azotes en el culo, que no es precisamente lo que se dice un buen recibimiento.
Durante los primeros años de tu vida oíste la palabra NO millares de veces, te pincharon medicamentos diversos, te extirparon las amígdalas sin anestesia y recibiste cachetes de todos los colores.
Enseguida aprendiste a patalear, berrear y poner morros de enfado. Tú también aprendiste a decir NO.
Aunque también hubo besos, achuchones y regalos de Reyes. Y esos zapatos nuevos de la marca Gorila que tantas veces te prometieron.
Presumiste delante de las chicas para impresionarlas y sólo conseguiste hacer el ridículo, pero lo intentaste de nuevo con estrategias que te aconsejaron los mayores. No, aquello no era fácil.
Luego te creaste un mundo imaginario en el que tú eras el protagonista y tuviste miles de proyectos ambiciosos e infalibles.
Eras muy listo, lo que pasaba es que no trabajabas lo suficiente, le decían los profesores a tu madre para quitarle hierro a los suspensos.
Ya has hecho todo lo difícil: fuiste el espermatozoide más veloz, niño, adolescente, rebelde, amigo, novio, estudiante, trabajador, padre … A veces fuiste el primero y otras mejor no contarlo.
¿Y ahora qué?
Queda mucha vida por delante, tal vez la mejor parte, porque ya has hecho todos los deberes obligatorios. Ahora ya sabes qué quieres, pero sabes sobre todo qué es lo que no quieres. Hay que tener un plan ilusionante para no quedarse “contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando”.
Sin duda el proyecto tiene que ser distinto a todos los que has tenido hasta ahora. Ganar un partido de fútbol ya no es un proyecto, como no lo es terminar unos estudios o encontrar un trabajo, aunque sea algo necesario.
Padres, profesores, los libros que acompañaron tu adolescencia, las tertulias con los amigos sentados en las escaleras del portal cuando llovía, la llegada del Hombre a la Luna, todo ello te inspiraba un sinfín de posibles caminos hacia los que encaminar tus esfuerzos.
Pero no nos han instruido para esta nueva etapa, porque nadie lo está.
Propongo una reconversión interior donde los principios, lo límites y las normas sólo las pones tú, y además puedas cambiarlas cuando quieras, con el buen hacer y la sabiduría que te ha dado tu experiencia en la vida.
Unas cervecitas con los amigos y unas navidades con la familia también son una buena idea, que lo uno no quita lo otro.
Y si tienes un proyecto rompedor, sin duda este es el mejor momento.
Nada más asomar la cabeza al mundo lo primero que hicieron fue darte unos azotes en el culo, que no es precisamente lo que se dice un buen recibimiento.
Durante los primeros años de tu vida oíste la palabra NO millares de veces, te pincharon medicamentos diversos, te extirparon las amígdalas sin anestesia y recibiste cachetes de todos los colores.
Enseguida aprendiste a patalear, berrear y poner morros de enfado. Tú también aprendiste a decir NO.
Aunque también hubo besos, achuchones y regalos de Reyes. Y esos zapatos nuevos de la marca Gorila que tantas veces te prometieron.
Presumiste delante de las chicas para impresionarlas y sólo conseguiste hacer el ridículo, pero lo intentaste de nuevo con estrategias que te aconsejaron los mayores. No, aquello no era fácil.
Luego te creaste un mundo imaginario en el que tú eras el protagonista y tuviste miles de proyectos ambiciosos e infalibles.
Eras muy listo, lo que pasaba es que no trabajabas lo suficiente, le decían los profesores a tu madre para quitarle hierro a los suspensos.
Ya has hecho todo lo difícil: fuiste el espermatozoide más veloz, niño, adolescente, rebelde, amigo, novio, estudiante, trabajador, padre … A veces fuiste el primero y otras mejor no contarlo.
¿Y ahora qué?
Queda mucha vida por delante, tal vez la mejor parte, porque ya has hecho todos los deberes obligatorios. Ahora ya sabes qué quieres, pero sabes sobre todo qué es lo que no quieres. Hay que tener un plan ilusionante para no quedarse “contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando”.
Sin duda el proyecto tiene que ser distinto a todos los que has tenido hasta ahora. Ganar un partido de fútbol ya no es un proyecto, como no lo es terminar unos estudios o encontrar un trabajo, aunque sea algo necesario.
Padres, profesores, los libros que acompañaron tu adolescencia, las tertulias con los amigos sentados en las escaleras del portal cuando llovía, la llegada del Hombre a la Luna, todo ello te inspiraba un sinfín de posibles caminos hacia los que encaminar tus esfuerzos.
Pero no nos han instruido para esta nueva etapa, porque nadie lo está.
Propongo una reconversión interior donde los principios, lo límites y las normas sólo las pones tú, y además puedas cambiarlas cuando quieras, con el buen hacer y la sabiduría que te ha dado tu experiencia en la vida.
Unas cervecitas con los amigos y unas navidades con la familia también son una buena idea, que lo uno no quita lo otro.
Y si tienes un proyecto rompedor, sin duda este es el mejor momento.
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Procura que lo que hagas hoy te lleve donde quieres estar mañana.