Treinta Años

Treinta Años

Treinta largos años tuvieron que pasar. Se enamoraron sin buscarlo, se enamoraron sin poderlo remediar. Pero no era el momento, que cada uno tenía un hogar al que se debían dedicar. Se miraban en la distancia, se veían cuando podían, imposible dejarse de amar. Pero eran como el lobo y el halcón, un amor utópico, un hechizo que les condenaba a esperar.

Ya con sus nidos vacíos, tal vez era el momento de volverlo a intentar. Algunas cosas se perdieron en el camino, pero aún quedaba mucho trecho por andar. Treinta años pasaron, treinta años con sus días y sus noches en los que no se pudieron olvidar. Renunciaron a su amor, renunciaron a su felicidad en favor de quienes les querían, y no les podían abandonar. Pero la vida sigue, las etapas se van cumpliendo y, tarde o temprano, los ríos siempre acaban desembocando en el mar.

Por haberte conocido ha merecido la pena haber nacido, decía él. Eres como el mar, a veces tormentoso, otras en calma, pero siempre bello, decía ella. Ahora ríen, bailan y disfrutan cada momento, han abierto las ventanas y respiran aire fresco sin ponerle límites al viento.
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¡Qué bonito día haces!