Tristeando
Nada mejor que un paseo mañanero por la espumosa orilla de la mar para buscar la inspiración que te ayude a conducir tu vida por senderos acertados. Ensimismado en mis pensamientos, enmimismado deberia decir, a pocos metros por delante me distrae algo que se abre paso con gracia playera entre las estrecheces de un minúsculo tanga brasileño, "poetry in motion", y es en ese momento cuando comprendo el verdadero significado del llamado síndrome de Stendhal, que según reza la wikipedia “causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son particularmente bellas”. “Ese síndrome se ha convertido en un referente de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico”, algo que sufrió ese escritor francés que usaba como pseudónimo el nombre de Stendhal, al visitar la Basílica de La Santa Cruz, en Florencia, de ahí su nombre.
Estando en ese estado de inspiración artística, paseando en dirección contraria aparecen dos individuos de pectorales inmensos y tableta de chocolate marcada, caminando orgullosos, pagados de sí mismos, como si hubieran sacado un máster en astrofísica o algo así. No puedo contener el impulso automático de sacar pecho y meter tripa, como avergonzado, como si fuera culpable de algo y tuviera que disculparme.
Tan sensibles como están las autoridades, que hasta han inventado un delito que llaman “incitación al odio” para así poder represaliar la libertad de expresión cuando les dé la gana, bien podrían aplicarlo a este tipo de casos. No se puede ir por ahí haciendo ese tipo de exhibiciones, humillando a los ciudadanos honrados y obligándonos a deambular tristeando por la vida el resto de nuestra existencia. No sé, que se pongan una camiseta… o algo, que tan difícil no es.
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Si quieres hacer algo encontrarás la manera, si no, encontrarás la excusa.