Una idea genial. La prostitución es uno de los negocios que más dinero mueve en el mundo, pero tiene un problema: las Administraciones Públicas no cobran por ello, al menos de manera oficial, que ya dicen innumerables noticias en la presa que muchas mafias policiales sí lo hacen.
Las Administraciones piensan que cobrar un impuesto directo a las prostitutas por servicio prestado, por centímetro de pierna ensañada, por categoría profesional... podría dar lugar a que se les tildara de proxenetas. Piensan que eso podría empeorar su imagen. ¡Qué ilusos!
Pero ya han encontrado la fórmula, que están experimentando poco a poco en distintas poblaciones para que la idea vaya calando en la gente.
Se les ha ocurrido que no se puede consentir la prostitución porque eso degrada a las mujeres (a las que no les pagan), así que van a poner multas astronómicas a sus clientes. De esa manera sí van a poder cobrar a los clientes de las prostitutas aunque éstas no lleguen a realizar el servicio.
Si
el cliente no va rápidamente al cajero para pagar la multa a los
agentes de la moralidad, le amenazan
con enviarle la multa a casa para que la
vea su
familia.
Una oferta que no podrá rechazar, que diría El Padrino.
¿Es
o no es una buena idea?
Las prostitutas seguirán en la calle -menudo chollo, cualquiera las retira- y los agentes estarán haciendo la esquina, escondidos y dispuestos a quitarles los clientes para cobrar su particular impuesto sexual.
Las prostitutas seguirán en la calle -menudo chollo, cualquiera las retira- y los agentes estarán haciendo la esquina, escondidos y dispuestos a quitarles los clientes para cobrar su particular impuesto sexual.
Que
de eso se
trata,
y no de proteger a las mujeres.
Si
lo fuera, retirarían a las prostitutas de la calle en lugar de
utilizarlas como cebo para hincar el diente en un negocio que les
resulta esquivo.
Pues nada, cuando se te acerque una señorita con aspecto sospechoso para preguntarte la hora, lo mejor es salir corriendo, no vaya a ser que aparezca como por arte de magia un agente de la moralidad con el libro de recetas en la mano.
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Pues nada, cuando se te acerque una señorita con aspecto sospechoso para preguntarte la hora, lo mejor es salir corriendo, no vaya a ser que aparezca como por arte de magia un agente de la moralidad con el libro de recetas en la mano.
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Tempus
fugit (si te preguntan la hora, sal corriendo).