Último Adiós

Es tu último viaje, un viaje al encuentro de quien acompañó tu larga y fructífera vida. Cinco años hace que él se fue, y ahora tú también te vas. La gran familia que hicisteis se queda ya sin vuestro manto protector, y se nos enfrían los pies... y el alma.

Me vienen ahora recuerdos de emocionantes noches de Reyes, de tardes de plancha al calor de la radio, de jerséis tejidos a la luz de la ventana, de entrañables fiestas familiares, de sueños inalcanzables que os empujaban a seguir adelante.

Hoy están aquellos a los que importas, aunque no todos, porque las pocas amigas que todavía te quedan están preparando también su viaje final. Están los incondicionales que siempre tienen una sonrisa y una palabra amable. Están los pájaros de mal agüero que viven de los muertos y sobrevuelan el escenario a la espera del acontecimiento. Están los que han perdido a sus padres en vida porque han renunciado a ellos con ingrata altivez... y no son ni uno, ni dos, ni tres. Están los que no estuvieron cuando tenían que estar... la sangre te hace pariente, pero es la lealtad la que te hace familia, y ni siquiera te acompañaron en tu última Navidad. De cualquier modo, están casi todos los que tenían que estar para darte el último adiós.

Hoy vengo a despedirte, solos tú y yo. La misa ha terminado, y el acto social ante el altar ha dado paso a una celebración familiar en el bar.
Ahora estamos solos tú y yo, y te veo entrar por esa puerta infernal hacia la eternidad. Fuera ya es de noche, hace frío, y llueve.

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“De la casa en hombros lleváronla al templo,
y en una capilla dejaron el féretro,
allí rodearon sus pálidos restos
de amarillas velas y paños negros.
¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”.