Alquimistas
Imagina que tienes diez millones. Serías suficientemente rico como para que no tener que trabajar. Podrías comprarte un buen piso en la ciudad y una bonita casa junto al mar. Podrías viajar, asistir a espectáculos y salir a comer o a cenar.
Ahora imagina que todos tuvieran diez millones. Irías a comprar el pan... pero nadie habría madrugado para hacer pan, porque todos tienen diez millones. Pasaría lo mismo con cualquier cosa que quisieras comprar. Siendo rico, ni siquiera podrías comprar pan.
Si todos fueran ricos, todos sería pobres, más pobres incluso que antes de tener esos diez millones. Imagina un bote zarandeado por las olas tras un naufragio. En el bote no caben todos, y si todos quieren salvarse, nadie se salvará. Entonces hay que elegir. Las mujeres y los niños primero. No se puede salvar a todos.
He visto a padres morir. He visto a familias disgregarse. He visto a amigos envejecer. He visto a ingratos olvidarse de quien les ayudó. He visto hijos felices, a mesa puesta y con la vida resuelta, que mordieron la mano que les dio de comer, la mano que les dio sus primeros baños, la mano que meció su cuna, la mano que acarició las cuerdas de la guitarra para que pudieran dormir, la mano que les guió en el proceloso mar de la vida hasta que pudieron partir. No eran malos ni buenos, era gente normal, gente sin un mástil moral al que agarrarse ante cantos de sirenas, o en tiempos de tempestad.
Existe gente que no hace nada, gente que vive en el vertedero de la sociedad y sobrevive con la caridad de los demás.
Existe gente avispada, listillos que viven en las grietas del sistema sorteando las adversidades cotidianas sin tener en cuenta la solidaridad.
Existe gente útil, gente que trabaja, gente que estudia, gente que trata de mejorar a nivel material, intelectual y moral.
Y existe gente que vive de los que saben trabajar, confiscando sus beneficios y dejándoles lo imprescindible para que puedan seguir trabajando. Son políticos, funcionarios, jueces y policías, que se dedican a vigilar y controlar a la gente productiva, ya que viven de ellos. Los medios de comunicación son su arma principal, y sólo usan sus leyes, sus prisiones y sus armas en caso de necesidad. Los medios se encargan de educar a la gente en la mediocridad, en la delación al compañero, en la bajeza moral e intelectual. A los que no se creen su discurso les llaman antisistema, negacionistas y generadores de bulos, gente a la que hay que controlar y castigar.
Los alquimistas antiguos trataban de convertir metales corrientes en oro. Los alquimistas modernos tratan de convertir a gente vulgar en personas valiosas de verdad. Tratan de elevar el nivel moral e intelectual de los humanos con posibilidades de prosperar, humanos que sepan distinguir lo importante de lo superficial, humanos que sepan en qué consiste ser rico de verdad. Ellos son el mástil al que se pueden agarrar los humanos que desean progresar.
Pero no todos se pueden salvar.
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No hay peor tirano que un esclavo con un látigo en la mano.