Selfie
Se acaba el año y la década con el clima y la salud del planeta como gran preocupación mundial. Corriendo van a misa los que van tarde, decía mi madre.
Vivimos en un vergel, pero lo estamos destruyendo en aras del progreso, como si tuviéramos otro sitio adonde ir.
Hay una niña sueca que viaja de lujo por todo el mundo y sale en los medios de comunicación con un perenne gesto de odio esculpido en su cara, porque dice que no puede respirar y que le han robado la infancia. ¡Pobre niña sin infancia! En este civilizado planeta millones de niños, hoy, como ayer, como mañana, no tendrán nada para cenar.
Homo Sapiens Sapiens.
Hace poco oí en una presentación cultural que el término "mujer" es despectivo y que hay que utilizar la palabra "persona", que por lo visto es más igualitaria. Todo el mundo aplaudió y alabó "el traje nuevo del emperador" -no les fueran a señalar-, pero yo sólo vi su desnudez. "En el bosque divergían dos caminos y yo tomé el menos transitado".
Una vez leí un eslogan que decía "Dios hizo a la mujer y dijo: ¡ahí queda eso!". Dios estaba orgulloso porque la mujer era su Gran Obra.
Pero "las niñas ya no quieren ser princesas". Ni mujeres tampoco, que les han dicho que eso está feo y que ya no se lleva.
Sé tú mismo, sé tú misma, sé tú misme, nos dicen en las redes sociales los filósofos de nuevo cuño, que cada uno tiene sus cadaunadas y tienes derecho a expresar tus diferencias identitarias. Y con tu misma mismidad te haces un selfie para mostrar al mundo tu felicidad porque, como "el coronel que no tiene quien le escriba", tú tampoco tienes quien te haga una foto para inmortalizar tu momento de soledad.
Identitario o igualitario, el caso es reivindicar algo con mucha fuerza que, aunque tú no sepas por qué, quienes te dicen que lo hagas sí lo saben: mientras tú te entretienes gritando sus consignas, ellos se llevan la pasta.
Que de eso, y no de otra cosa, es de lo que se trata.
Hay unos okupas que se han apropiado de la vivienda de una mujer, ante la pasividad de las autoridades, que no están para esas cosas. Los vecinos se reúnen frente a la vivienda para exigir que los okupas se la devuelvan a su dueña, y entonces aparece una docena de furgonetas blindadas llenas de policías enmascarados y fuertemente armados para defender a los okupas. Amenazan a los vecinos con identificarles y multarles con tres mil euros si no se disuelven, que por lo visto está prohibido juntarse más de veinte, aunque ellos mismos superan esa cifra.
Salimos de una dictadura militar para conquistar una democracia policial, igualitaria e identitaria.
Ya puestos a ser demócratas, igualitarios, identitarios y libres para que cada uno se sienta como le apetezca y todo el mundo pueda salir de sus respectivos urinarios para mostrar al mundo cómo lo hacen, hay que decir que de lo que de verdad podemos disfrutar es de una envidiable libertad de expresión y de opinión.
Bueno, siempre y cuando, claro está, que no vaya contra lo establecido por las autoridades. Hay que tener mucho cuidado para no ofender la sensibilidad de ninguna de las miles de corrientes de opinión que hay en el mundo, no hay que opinar sin estar en presencia de tu abogado para asegurarte de que no estás incitando al odio, no hay que opinar de cosas sobre las que está expresamente prohibido opinar, no hay que negar la historia oficial de cada momento...
En fin, lo normal.
¡Menudo panorama! Más triste que hacerse un selfie.
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¡Feliz Navidad! (No sé si es legal decir esto, pero me arriesgaré).
Una Chica Normal
Una chica normal, ni guapa ni fea, ni alta ni baja, agradable, sin más. Todos los días cogía el metro que había junto a su portal para ir a trabajar, luego hacía un par de compras en el súper de al lado de su casa, sacaba al perro a pasear para que hiciera sus cosas de perro, se hacía la cena, ponía la tele y... ¡ya está! Se arreglaba lo justo para no llamar la atención, ni por exceso ni por defecto, y le bastaba con poder superar la jornada sin dificultades especiales para, al finalizar el día, poder decir que todo había ido bien.
Esa era Luisa: una chica normal.
Ni siquiera el día que se presentó a la entrevista de trabajo -de eso hacía ya tres años- se arregló de una manera especial. El puesto al que aspiraba era de administrativa en una empresa de suministros informáticos, nada relacionado con la carrera de Dirección de Empresas que había terminado con buen nivel el año anterior, sino de simple administrativa. Pero no le importaba. Era un trabajo sin complicaciones con el que obtendría los ingresos que necesitaba, y eso era más que suficiente para satisfacer sus aspiraciones.
Enseguida entabló amistad con Pilar, su compañera de la mesa de al lado en la oficina. Pilar no era normal. Sonriente, divertida, coqueta, de vestidos breves y ajustados… y esa preciosa melena de ensortijado pelo rubio que aireaba provocadora, apartándose el pelo de la cara con indisimulada malicia sabiendo el efecto demoledor que eso producía en los varones de la oficina.
Pilar adoptó a Luisa desde el primer momento como si fuera su protegida, y se empeñaba en enseñarle los vericuetos de la empresa, de las relaciones humanas y de la vida. Luisa era un poco pacata, y convertirse en su hada madrina no hacía más que engrandecer su ego. Además ella no era rival para Pilar, por lo que llevarla siempre a su lado resaltaba aún más su atractivo, por comparación, además de hacerle parecer una persona buena y desprendida que ayudaba a la nueva de la oficina a navegar en aguas turbulentas.
Pilar estaba enamorada del jefe. No había nadie en la oficina que pudiera hacerle sombra en lo que a atractivo sexual se refiere, por lo que ella era la candidata ideal, la única mujer en la que él se fijaría. Sólo era cuestión de tiempo y de encontrar la circunstancia adecuada, circunstancia que ella trataba de provocar una y otra vez de mil maneras diferentes. A veces hacía como que tenía que sacar adelante un trabajo urgente y por eso debía quedarse más tiempo en la oficina… tal vez el jefe se lo agradecería y se ofrecería a llevarla a casa en su coche y... ¡quién sabe! Las buenas noticias procuraba dárselas ella, mientras que para las malas enviaba al despacho a Luisa… Esa era Pilar.
El jefe era un buen hombre, un buen profesional, elegante, tranquilo y bien parecido, con ese plus de atractivo que da ser el jefe. No es que no le gustara darle un repaso a Pilar, sino que sabía que eso no sería serio y que ella no le traería más que problemas por su indiscreción y su sempiterna actitud de presumir de todos sus éxitos. No podía caer en la tentación de indigestarse con aquella atractiva y provocadora mujer que, como una bonita tarta llena de crema pero vacía de contenido, siempre se queda en el plato, de puro empalagosa. Por eso, y no por falta de ganas, era por lo que la ignoraba.
Una tarde se hizo tarde, valga la redundancia, y fue Luisa quien tuvo que quedarse para cerrar las cuentas del mes. También se quedó el jefe, como no podía ser de otro modo, él en su alejado despacho con persianas y ella en la explanada de la oficina, perdida entre mesas y pantallas de ordenador. Terminó la jornada y el jefe, esta vez sí, se ofreció a llevarla en coche hasta su casa. Era ya de noche y la empresa se encontraba en un polígono industrial, que aunque no estaba muy alejado del centro, a esas horas sí lo parecía.
Algo pasó durante el viaje. De pronto el coche se convirtió en un santuario donde todo podría ocurrir, aislados de todo, del entorno, de lo correcto y del sentido común.
-No recuerdo tu nombre, discúlpame, pero estamos contratando gente constantemente y yo tengo tanto lío… ¡Gracias por haberte quedado hasta terminar el cierre!
-Me llamo Luisa, y llevo ya tres años en la empresa -le dijo a modo de reproche.
-Lo siento de verdad, Luisa, seguro que a partir de ahora te tendré ubicada en la oficina… ¿Eres tú quien se sienta en la mesa de al lado de la de Pilar?
-Esa misma, la que hace los trabajos desagradables -dijo entre risas.
-Pues no entiendo cómo no te he visto antes.
-Seguro que es porque Pilar deslumbra y eclipsa al resto -rió de nuevo.
-Tú no tienes nada que envidiar a Pilar, sólo tienes que levantar la cabeza, andar erguida y… ¡ya verás!
Ya habían llegado hasta el portal de Luisa. Llovía. Él paró el motor, la cogió de barbilla para hacer que le mirara, apartó el pelo de su cara y le dio un beso casi imperceptible en la boca. Ella agachó la cabeza, pero él volvió a cogerla de la barbilla para levantársela de nuevo y volvió a besarla. Una y otra vez.
A día siguiente Luisa miró a Pilar como quien ha descubierto un secreto a pocos revelado. Si no hubiera aceptado aquel trabajo el día de la entrevista, hoy seguiría siendo una chica normal.
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Lo mejor de la vida es el pasado, el presente y el futuro.
Delicatessen
Es el foie gras un producto untable que se obtiene alimentando a la fuerza patos o gansos, consiguiendo así que desarrollen un enorme hígado enfermo, que luego se come la gente como si fuera un manjar.
Es como esa otra gente que que paga un alto precio en dinero y en salud para meterse por la nariz un polvo blanco que ha viajado miles de kilómetros introducido en el recto de un paria.
Hay gente que ingiere porquería que nace de la tortura o del crimen como si fuera una delicatessen, y se atreven incluso a presumir y exaltar la calidad y la excelencia del producto, como entendidos catadores del lujo.
Un ganso que produce foi gras haciéndole engullir a la fuerza grandes cantidades de porquería alimenticia...
Una mula que transporta droga en el recto jugándose la vida y la cárcel por un poco de dinero que no le sacará de pobre...
Un votante que vota, sobrealimentado de banderas y consignas enlatadas, que discute con su vecino por ver qué bandera es la más bonita...
Un consumidor que consume todo lo que le pongan en le tele y presume de llevar bien visible el logo de la marca que le hace ser más distinguido...
No nos tratan como a personas, sino como a gansos, mulas, votantes o consumidores, ni siquiera clientes, sino simples consumidores de su basura enlatada.
¡Y nosotros discutiendo sobre si es más apetitoso el paté de pimienta o el de finas hierbas!
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“Si no estáis prevenidos ante los medios de comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido”.
(Malkolm X)
Cortesía
Recientemente asistí a la presentación de un libro de un escritor. La sala estaba llena, había unos trescientos asistentes al evento, que era más o menos el número de butacas disponibles.
Algunos estaban allí desde media hora antes, los habían que habían llegado diez minutos antes, y otros con apenas un par de minutos de antelación.
Llegada la hora, el ponente dijo que íbamos a esperar diez minutos de cortesía, por si quedaba todavía algún rezagado.
Esos diez minutos de cortesía con aquellos que no habían tenido la cortesía de llegar a la hora, me parecieron una gran descortesía con los que sí habíamos llegado a la hora, incluso con mucho tiempo de antelación.
Diez minutos, multiplicados por trescientos asistentes y dividido por sesenta minutos, nos da un total de cincuenta horas, cincuenta horas que el ponente se permitió robarnos a los asistentes que sí habíamos tenido la cortesía de ir a escucharle a la hora en que él programó el inicio del evento.
Las cuatro o cinco personas que llegaron tarde no habrían considerado una cortesía hacerles saber que trescientas personas habían estado esperando por culpa de su tardanza. Seguro que habrían preferido entrar en silencio, tratando de pasar desapercibidos y sin que nadie les hiciera ver que su tardanza había robado cincuenta horas de tiempo ajeno.
Doble descortesía por parte de quien quería ser cortés.
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No hace falta analizar todo el mar para comprobar su calidad, basta con tomar unas pocas muestras de aquí y de allí.
Confianza
Es la confianza como una tarjeta de crédito, una especie de aval que se da por anticipado en la seguridad de que se va a devolver íntegra, incluso con intereses.
A veces esa confianza se ve defraudada, pero luego se restituye utilizando distintos argumentos, a veces son argumentos racionales, otras veces son recursos emocionales, pero el caso es que se puede restituir el crédito una y otra vez sin mayores problemas. Esto puede llegar a dar la sensación de que en realidad no es necesario generar confianza para obtener un nuevo crédito e ir empalmando uno con otro recurriendo a las mismas incumplidas pero eficaces promesas de siempre.
Cuando esa confianza se defrauda una y otra vez, llega un momento en que no hay argumentos suficientes capaces de restituir el crédito, ya que la deuda se ha ido incrementando con cada incumplimiento, y no hay ya argumentos capaces de convencer o ablandar los recelos tantas veces confirmados.
Es entonces cuando se cambia la tarjeta de crédito por otra de débito. Pero la deuda es ya grande y no hay saldo ni siquiera para operar a débito, por lo que se entra en una espiral que siempre, tarde o temprano, acaba en desahucio.
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No hay silencio más elocuente que el que surge de una decepción.
Para Carmen
Para Carmen
Me he levantado temprano. Es agosto, la mañana está fresca y las calles todavía están vacías. En un par de horas la Plaza Mayor empezará a hervir de gente y de calor, pero ahora paseo solo por los soportales que la rodean, desde el Teatro Zorrilla hasta el Café Continental, en cuya terraza tomo un segundo desayuno. Hace apenas media hora que he desayunado en la cafetería del hotel Mozart, una cafetería de aromas antiguos con dorados repulidos y camareros de camisa blanca y pajarita, pero no he podido resistir la tentación de tomar otro café, esta vez con churros, mientras contemplo bajo la sombrilla la paz de la plaza.No he podido visitar la casa en la que nació Zorrilla, quien puso en boca de Juan Tenorio aquella advertencia que decía "Clamé al cielo y no me oyó, mas, si sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra responda el cielo, no yo". Pero sí he visitado la casa en la que Cervantes escribió su primera edición de "El Quijote". Cuna de poetas y reyes, también recaló por aquí el mordaz Quevedo, que en su legendaria enemistad con Góngora le dedicó aquellos versos con los que de él se mofaba: "Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una alquitara medio viva, érase un peje espada mal barbado".
Recorro el centro de la ciudad sufriendo algo parecido al síndrome de Stendhal ("enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son particularmente bellas o están expuestas en gran número en un mismo lugar"), que por lo visto fue lo que le ocurrió al escritor francés cuando visitó la basílica de la Santa Cruz, en Florencia.
Pero lo que más me ha impresionado de mi visita a Valladolid, ciudad donde se casaron los Reyes Católicos y capital del Imperio Español con Carlos I, ha sido una novela que he comprado en Re-Read, una tienda de libros de segunda mano: "La mirada del otro", Premio Planeta 1995. He visitado el Pasaje Gutiérrez, precursor de las modernas galerías comerciales, he tomado un vermut en "El Penicilino", un clásico de la ciudad, y he vuelto a tomar otro café en "El Minuto", una antigua cafetería que data de finales del siglo XIX, cerca de la Plaza Portugalete. Ahí he hojeado el libro. No he podido empezar a leerlo porque me he entretenido tratando de bucear en la dedicatoria escrita a mano por alguien que pretendía enviar un mensaje a Carmen:
"Para Carmen, para que vea clara la mentira de la verdad, así en la novela como en la vida. Valladolid, enero 96".
Es lo que tiene comprar libros de segunda mano: que tienen vida. Hace veintitrés años, alguien le regaló este libro a Carmen para decirle lo que no se atrevió a decirle mirándola a los ojos. Carmen, por lo visto, no quiso saber nada de su amante, ya que no tuvo problemas en deshacerse sin ambages del libro. Tuvo, sin embargo, el detalle de no tirarlo a la basura, y en su lugar lo entregó a una librería donde los libros, y tal vez los amores, pueden tener una segunda oportunidad. Eso también es una forma de amor. Una historia de amor, una ruptura de amor, veintitrés años después, ha terminado en mis manos por sólo tres euros.
----------------------"Clamé al cielo, y no me oyó, mas, si sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra responda el cielo, no yo".
Niños Robados
Estaba yo pensando...
Primero fueron a por las mujeres. Les dijeron que los hombres eran sus enemigos y que las menospreciaban sólo por el hecho de que ellos eran hombres y ellas mujeres. Les facilitaron un teléfono especial para que les denunciaran cuando se sintieran agraviadas, porque sólo las Instituciones las escuchaban.
Después fueron a por los gays. Les dijeron que la sociedad les rechazaba y que tenían que rebelarse contra esa situación reivindicando con orgullo su naturaleza, y que sólo las Instituciones les apoyaban, instalando en las calles bancos pintados de colores.
Luego fueron a por los niños. Les facilitaron un teléfono especial para que denunciaran a sus padres si les reñían o les daban una colleja, y les dijeron que sólo las Instituciones velaban por sus intereses.
Así, nos enteramos de que la policía detiene a una madre por haber castigado sin teléfono móvil a su hija de 15 años.
Vemos cómo un niño de 12 años tiene derecho a cambiar de sexo sin el consentimiento de sus padres.
O cómo a un padre se le retira la patria potesdad porque trabaja muchas horas de camarero y no puede atender a sus hijos como debería.
"Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan".
Ellos, con sus políticos y sus periodistas, con sus jueces y sus policías, destruyen las familias, la sociedad y hasta el sentido común, incitando al odio de todos contra todos -divide y vencerás- diciéndoles que los unos quieren robarles la boina a los otros, para tenerles entretenidos y así poder seguir saqueando los recursos de todos, que de eso, y no de otra cosa, es de lo que se trata.
Liberan delincuentes hasta varias veces en un mismo día para generar inseguridad y que sea la propia sociedad la que reclame más leyes, más jueces y más policías.
Diseñan sistemas educativos que convierten a universitarios en incultos titulados.
Crean niños caprichosos, egoístas y tiranos que exigen a sus padres derechos que ellos les han dado, porque a sus padres hasta la patria potestad les han quitado.
Promocionan la vulgaridad, la falta de educación, la incompetencia, la fiesta continua, el todo vale siempre que sea soez y grotesco... cualquier cosa que destruya la sociedad les sirve.
"A río revuelto, ganancia de pescadores".
Algo hay que hacer.
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"Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que, gracias al consumo y al entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre".
Un mundo feliz (1932), ALDOUS HUXLEY
Censura
Hace varias décadas dirigía una revista juvenil ilustrada que publicábamos con la colaboración de entusiastas voluntarios. Cada uno escribía sobe el tema que le apetecía (música, deporte, política, sociedad, humor, etc.), tratando siempre de sortear la legalidad vigente, y después transcribíamos los artículos con una pesada máquina de escribir Remington de negro hierro. Escribíamos en clichés (algo parecido al papel de calcar, que se perforaba con cada impacto de las letras de la máquina de escribir), y después hacíamos copias con una especie de imprenta artesanal, las entonces llamadas "vietnamitas", con las que se imprimían los pasquines para convocar huelgas o manifestaciones ilegales contra el Gobierno.
Entonces era algo hasta poético, porque la represión contra la libertad de expresión la ejercían las Instituciones, con la ayuda de policías armados con porras y pistolas, jueces con togas y puñetas y funcionarios parapetados tras altos mostradores con cristales con un pequeño agujero a través del que podías protestar al vacío. El que se atrevía a opinar contra el criterio establecido era casi un poeta, un guerrillero revolucionario, alguien simpático al que admirar, pero del que había que mantenerse a una distancia prudencial para que no te salpicara de robote algún porrazo que otro.
Ahora las cosas han cambiado mucho. Ahora somos demócratas y la represión no la ejercen las Instituciones -que también-, sino todo el mundo. Con la democracia y gracias a las redes sociales, todo el mundo tiene derecho a reprimir las opiniones de los que se atreven a opinar en contra del criterio dictado por los gobiernos a través de los medios de comunicación. ¡Vamos, como siempre!
Esto lleva a la autocensura, dado que mucho más cruel que los cuerpos de represión de la pre-democracia, son los que se definen ahora como demócratas tolerantes ("dime de qué presumes y te diré de qué careces"). No importa lo peregrino que sea el argumento, hordas de demócratas de nuevo cuño se encargan de defenderlo para no les califiquen con ninguno de los "...istas" con el que los medios tildan a los librepensadores, y con rabia desbordada se permiten enmendarle la plana a cualquiera que se atreva a decir que la tierra es redonda, o plana, según les digan.
¡Vamos progresando!
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"Homo homini lupus".
Acecha La Muerte
Te irás, en lo mejor de la vida tal vez, o tarde quizá, cuando hace tiempo que debiste haberte ido ya.
Después de un tiempo en barbecho, alguien volverá a horadar el jardín de la viuda.
El divorciado volverá a regar nuevas tierras sin dueño, que todo el mundo se ha mudado a la ciudad de la libertad y hay muchas tierras por arar.
El empleado despedido será sustituido, o no, y todo en la empresa seguirá igual, sin que nada ni nadie le eche de menos.
Los jóvenes se harán viejos sin saber que en realidad nunca tuvieron futuro y sin haber aprendido nada porque creían saberlo todo, con su estulticia pegada a su smartphone.
Acecha la muerte, burlona, no tiene prisa ni sentido de la oportunidad.
Y tú, haciendo planes sólo para sobrevivir, librando batallas ajenas, entretenido en discusiones vacuas sin separar el trigo de la paja y la paja del polvo, sin hacer nada trascendente, sin darle consistencia a la vida mientras dure.
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"Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido y acabado
si juzgamos sabiamente
daremos lo no venido por pasado".
Gato Encerrado
Recuerdo perfectamente aquel día, el día en que me nombraron presidente de la Comunidad de Vecinos de mi portal. Yo me encargaría durante todo un año de todas las gestiones y de todos los marrones de la escalera, mientras mis vecinos se dedicarían a sus cosas con total tranquilidad. Pero yo sería el encargado de trabajar de manera altruista por el bien de la Comunidad, y eso era una labor encomiable.
Acabamos de tener Elecciones en el país. Hay partidos que han ganado y otros que han perdido. Los que han ganado lo celebran por todo lo alto, y los que han perdido dicen que se pondrán a trabajar desde este mismo instante para ganar en las próximas Elecciones.
Cuando me nombraron presidente de la Comunidad de Vecinos no me alegré en absoluto, nadie me felicitó y yo no salí por las calles vociferando mi triunfo, porque pensé que trabajar por la Comunidad no era un premio personal, como el que gana un concurso de Pasapalabra o Eurovisión, sino un sacrificio, un trabajo duro en favor de la Comunidad.
Tanto festejo, tanta alegría por parte de los ganadores... y tanta tristeza por parte de los perdedores... hay algo que no entiendo.
Aquí hay gato encerrado.
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Si quieres ir deprisa, vete solo.
Si quieres llegar lejos, viaja acompañado.
Tan Cerca, Tan Lejos
No hace mucho asistí a una conferencia sobre la Novela Negra como género literario. Suelo asistir a todos los eventos literarios que puedo, y en esa ocasión la conferenciante era una joven escritora guipuzcoana de Novela Negra y relatos infantiles, combinación más frecuente de lo que pueda parecer, según nos dijo.
Decía que sus novelas estaban ambientadas en su propia ciudad porque era un entorno que conocía bien, un entorno con el que sus lectores podían sentirse familiarizados. "¡Quién no conoce a algún traficante de drogas!", decía la escritora. Su sorpresa fue mayúscula cuando comprobó que nadie en la sala había conocido nunca a ningún traficante de drogas a pesar de vivir en el mismo entorno geográfico que ella.
Con diecinueve años me reclutaron para hacer el Servicio Militar en la Armada Española. Lo primero que hacen nada más llegar al cuartel es rapar el pelo y vestir a todos los reclutas igual. Más de mil jóvenes de entre diecinueve y veinte años con el mismo uniforme y el mismo corte de pelo, que deja en evidencia unas enormes y despegadas orejas, una nariz repentinamente prominente y una inevitable cara de idiota. Y temor. Con sus gritos y sus normas, que por lo visto debías conocer aunque nadie te las hubiera explicado, su objetivo era atemorizar a los reclutas para así hacerles más receptivos y obedientes.
La convivencia cercana, muy cercana, veinticuatro horas al día, era inevitable. Éramos más de mil jóvenes de todas las provincias y de todos los niveles sociales, desprovistos de pronto de nuestra anterior identidad, vestidos de la misma manera, con el mismo corte de pelo, y con el mismo miedo. Allí no había privilegios, y el que era hijo de papá era igual que el que era hijo de un trabajador del Metal.
Cada uno a solas con su misma mismidad, desprovistos todos de cualquier adorno social que pudiera ocultar su verdadera identidad, comprobé con horror que el noventa por ciento de la población española era deficitaria mental. ¡Cómo vamos a hacer así una revolución social!
¿Dónde estaba antes toda aquella gente que yo no había visto jamás?
Si tan normal era conocer a proxenetas, traficantes de drogas y jóvenes adocenados, ¿por qué nunca me había tropezado con ninguno de ellos?
Podemos vivir en la misma ciudad, en el mismo entorno, muy cerca... y tan lejos al mismo tiempo.
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"En el bosque divergían dos caminos, y yo tomé el menos transitado".
Malos Hombres
Me he cruzado con una mujer joven, bastante guapa y con buen aspecto. Iba de la mano con su hija pequeña, una niña preciosa de unos cinco o seis años, le calculo.
Venían hacia mí, andando despacio y charlando amigablemente entre ellas. Una imagen entrañable.
Al llegar a mi altura puedo oír parte de la conversación que se traían madre e hija.
-No estés triste, mamá.
-No estoy triste, lo que estoy es muy enfadada contigo.
-No te enfades, mamá.
-!Ya verán cuando venga tu padre y le diga cómo me has contestado!
Y en ese punto me pierdo lo que en la distancia me pareció una entrañable conversación entre madre e hija, porque ellas siguen su camino y yo sigo el mío en sentido contrario.
Imagino al padre, que si sigue la línea de la madre y de la hija, será sin duda un buen hombre con buen aspecto y trato educado. Estará deseando llegar a casa para besar a su mujer y abrazar a su hija, que correrá alborozada por el pasillo para colgarse de su cuello en cuanto le vea entrar por la puerta de casa.
Imagino a la niña, temiendo oír el ruido de las llaves abriendo la puerta y ver aparecer a ese padre que la va a reñir por haber hecho enfadar a su madre.
Imagino a la madre, contándole al padre que su hija le ha contestado mal en algún momento del día, y le instará a que saque el ogro que lleva dentro para que riña severamente a esa niña de pelo rubito que me pareció adorable y preocupada por ver a su madre triste y enfadada.
El padre se verá en la obligación de reñir a su hija por no sabe qué, porque si no lo hace esa noche cenará morros.
La hija ya no se alegrará de que llegue la hora de ver a su adorado padre, porque se ha convertido en un ogro castigador.
Y la madre... no sé cómo se sentirá la madre. Su marido haciendo el papel de malo, cuando lo único que deseaba era llegar a casa para disfrutar del su mujer y de su hija. Su hija temiendo que llegue su padre porque es ese señor que la riñe al llegar a casa...
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Por San Valentín, me gustaría ver menos órdenes de alejamiento y más órdenes de acercamiento.
Rosa Y Espina
Rosa Y Espina
Amor y belleza, lujuria y pasión.
Bruja, madre, puta, virginal.
Todo sublime, todo lo quiero,
sin poner ni quitar.
Sacerdotisa del amor, inspiradora de sueños,
dueña del pecado, locura y maldad.
Ladrona de corazones, torturadora de almas,
cordura y misterio, tormenta y paz.
De su poder para crear vida no quiero hablar
porque esa es magia que escapa a mi entendimiento.
Por ella se hace la guerra, y poesía también.
Por conocer sus secretos perdemos el Norte.
Por encallar en sus costas perdemos el Sur.
Qué tendrá ella, rosa y espina, perfidia y bondad.
Su grandeza empequeñece al hombre vulgar
que pretende -zafio- someter, en lugar de conquistar.
Qué misterio tendrá, con su risa hechicera,
con ese satánico ritmo al caminar.
Amor y belleza, lujuria y pasión.
Bruja, madre, puta, virginal.
Todo sublime, todo lo quiero,
sin poner ni quitar.
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¡Qué bonito día haces!