Me
encuentro a mitad de la escalada. Es una pared de roca vertical sin
apenas grietas o salientes a los que poder agarrarme, y los pocos
salientes que encuentro son tan estrechos, que justo dan para
sujetarme con los dedos. Además, están cubiertos de arenilla, por lo
que temo resbalar en cualquier momento y precipitarme al vacío.
Miro
hacia abajo y no veo el suelo. Miro hacia arriba y no veo la cima. Y
estoy desfallecido. Si subir es difícil, bajar de nuevo es imposible,
porque no tengo dónde apoyarme. Tendría que hacerlo sin mirar,
porque mirar hacia abajo sería un gran riesgo, así que debería
tantear con los pies posibles puntos de apoyo para iniciar el
descenso, a la vista de que seguir subiendo es prácticamente
imposible. Pero bajar también lo es. Y quedarme donde estoy hasta
que se me acaben las fuerzas tampoco es una opción. No me queda más
remedio que seguir subiendo, aunque no sé para qué, porque todo lo
que abarco con la vista es igual que mi presente, igual que mi
pasado, un camino sin sentido. Sencillamente, no tengo más opción
que seguir subiendo. Y eso me agobia.
Mientras
asciendo penosamente por esa pared de roca vertical, voy dejando
semillas en cada repisa que encuentro. Las semillas tienen cáscara,
por lo que con una mano me sujeto en el saliente y con
la otra las pelo, dejo las semillas en la repisa y me guardo las
cáscaras en el bolsillo, que a pesar de que sé que voy a caer al
vacío en cualquier momento, no quiero ensuciar el entorno.
Esta
situación no tiene sentido y me produce una angustiosa ansiedad. No
sé por qué planto semillas donde no van a crecer, ni por qué soy tan respetuoso con el
medio ambiente, teniendo en cuenta que voy a caer al vacío en
cualquier momento al menor descuido que tenga, o cuando se me acaben las fuerzas durante esa escalada
hacia ninguna parte.
Algo
dentro de mí se rebela y de pronto dice “NO”. No quiero seguir
el camino, el único camino que me queda. ¡Por qué tengo que
hacerlo! Y en ese momento me despierto, sudando, con el corazón
desbocado y aliviado al comprobar que sólo era un sueño.
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Escalada Sin Retorno
Escalada Sin Retorno
Yo
soñé que soñaba, y resultó que el sueño era verdad.