Era la familia un núcleo fuerte, indisoluble… que quienes saben hacer estas cosas se han encargado de disolver. Una madre cuidaba de diez hijos, pero diez hijos no pueden ahora cuidar de una madre porque están muy ocupados: es más ventajoso para todos -para ella también, según dicen- enviarla a un asilo.
Uno de los cónyuges, generalmente el padre, podía mantener un núcleo familiar grande, que además tenía piso propio, y ahora ni siquiera trabajando los dos miembros del matrimonio son capaces de mantener con dignidad una familia pequeña. Incluso han habilitado un número de teléfono para que puedas denunciar a tu pareja y otro para que puedas denunciar a tus padres, todo son facilidades para romper el núcleo familiar.
El matrimonio se ha convertido en una actividad de riesgo. Sabes que casi con toda seguridad acabará en divorcio y que uno de los dos, generalmente el marido, se quedará sin la casa, sin los hijos y sin la mitad de su sueldo, si lo tiene.
Con esa recién estrenada libertad, ellos y ellas se prodigan por los bares dando tumbos por todos los saraos que pueden, haciéndose selfies para hacer creer a todo el mundo que son guays y que se lo están pasando fenomenal.
Fomentar la división interna de ese núcleo otrora indisoluble, alimentando nuevos paradigmas de libertad -así lo venden- es algo que les viene muy bien para que tú mismo reivindiques con orgullo eso de lo que no tienes ni idea, pero que te hace sentir que eres luchador y revolucionario, y así no te ocupes de otras cosas.
Hasta quienes dicen defender las libertades aplauden con las orejas que si un niño de cinco años juega con muñecas, lo mejor es practicarle una castración quirúrgica para adaptar su cuerpo a sus sentimientos. Defender la opción sexual de los niños llaman a esa mutilación genital. Cuando ese niño sea adulto y sea consciente de lo que le han hecho, les preguntará a sus padres, al cirujano y al juez que lo autorizó, por qué no le compraron la Play Station que tantas veces pidió, en lugar de hacerle ese otro "regalo".
Mientras tanto, ellos siguen saqueando las arcas públicas, auto-asignándose sueldos vitalicios y repartiéndose la tarta pública con sus amigos como si fuera su cortijo privado. ¡Y tú reivindicando con orgullo los nuevos paradigmas que ellos te han enseñado para que pelees por eso y no les interrumpas la fiesta!
No te confundas, aunque te animan a que busques la libertad renunciando a tus propios valores, están al acecho por si con tu libertad te atreves a criticar sus actos presuntamente -siempre presuntamente- ilícitos.
No critiques a esos jueces de estilo tabernario que ves en los juicios, ahora que todo se televisa, donde hasta el acusado, que está claro que es culpable, es mucho más educado y elegante que el propio juez.
No critiques a esos policías que echan de sus casas a miles de familias para entregárselas a los bancos. Será a ese bombero que se niega a descerrajar una puerta para que los policías echen de su casa a una familia entera, a ese bombero que se rebela al grito de “yo rescato personas, no bancos”, al que castigarán por no obedecer.
Y no se te ocurra poner un panel solar en el tejado de tu casa, porque entonces caerá sobre ti todo el peso de la ley. Hasta el sol es ilegal, del mismo modo que en la Edad Media era ilegal que un campesino moliera su propio trigo, debiendo hacerlo -pagando- en el molino del señor feudal.
Con las nuevas normas de libertad de expresión que nos han impuesto, han conseguido que no puedas ni opinar sobre cosas obvias si no es en presencia de tu abogado.
Muchas veces renunciamos a fortalezas propias para abrazar errores ajenos.
Pues eso, que resulta que los nuevos paradigmas son en realidad los viejos paradigmas pero adaptados a los nuevos tiempos. ¡Y tú, campesino, apoyándolos!
----------------------
Cuando supimos las respuestas, nos cambiaron las preguntas.