Inventario
De Vida
Cuando
me hice adulto mis abuelos ya eran mayores. Parece una verdad de
Perogrullo, ese personaje del imaginario popular “que a la mano
cerrada la llamaba puño”, cuyo rastro se remonta al siglo trece y
que menciona Sancho Panza en El Quijote. Su nombre dio lugar
a la palabra perogrullada “verdad o certeza que, por notoriamente
sabida, es necedad o simpleza decirla”.
Pero
es que incluso cuando yo era niño mis abuelos ya eran mayores,
siempre les vi mayores, como si fuera ese su estado natural de toda
la vida. Y lo de mayor no lo digo en sentido peyorativo, todo lo
contrario, me parecían seres superiores, un ejemplo a seguir, una
imagen entrañable y amable, una fuente inagotable de conocimiento,
de cariño y de cuidados incondicionales.
La
vida no es un estado permanente, sino una concatenación de etapas.
Hay etapas que te parecen estables por carecer de perspectiva
suficiente, te parecen eternas cuando en realidad son muy cortas, y
otras se te antojan breves, incluso próximas a su fin porque crees
ver el horizonte, cuando en realidad todavía tienes por delante un
tercio del total de tu existencia.
Hay
niños, hay adolescentes, hay jóvenes, hay adultos y hay ancianos.
Ese anciano que ves, un día fue adulto, fue joven, fue adolescente y fue niño también. Desde cada una de esas etapas se tiene una perspectiva diferente de la vida, verdad esta de Perogrullo también, pero es que hay que ser consciente de ello, que a veces se nos olvida.
Ese anciano que ves, un día fue adulto, fue joven, fue adolescente y fue niño también. Desde cada una de esas etapas se tiene una perspectiva diferente de la vida, verdad esta de Perogrullo también, pero es que hay que ser consciente de ello, que a veces se nos olvida.
De
niño, si tienes suerte, recibes cuidados, cariño, besos, achuchones
y pellizcos en los carrillos diciéndote lo rico y guapo que eres...
en realidad no soportas a casi nadie, salvo a tus padres, que sabes
que son de los tuyos. Y a tus abuelos, claro.
La
adolescencia es una etapa complicada pero llena de ilusiones, sobre
todo de ilusiones. El futuro todavía no tiene horizonte, no tiene
fin y miras con avidez todo el menú que la vida te ofrece, como si
de un buffet libre de hotel de lujo se tratara.
Cuando
eres joven comienzas una etapa difícil porque te toca coger el
testigo para continuar la carrera de la vida, al principio acompañado
y supervisado, muy a tu pesar porque ya sabes lo que haces, pero
poco a poco te vas alejando de quienes te formaron para continuar el
camino por tus propios medios. Entonces empiezas a darte cuenta de
que las cosas cuestan trabajo, todas las cosas, y que si no lo haces
tú nadie lo hará por ti. Es una época en la que se cometen
errores, principalmente porque crees saberlo todo y tardas mucho
tiempo en darte cuenta, si es que llegas a darte cuenta, de que
realmente sabes muy poco y lo que crees saber no te lleva donde
quieres ir. Siempre es así, tal vez porque tenga que ser así.
En
la etapa adulta hay que hacer un alto en el camino para hacer
inventario, analizar nuestra línea evolutiva y nuestro progreso,
nuestros éxitos y nuestros fracasos, nuestras fortalezas y nuestras
debilidades y comprobar si estamos hoy donde queríamos estar ayer.
Es momento de revisar qué llevas en la mochila, seleccionar lo
necesario y deshacerte de lo superfluo para aligerar la carga, y
comprobar quiénes son tus compañeros de viaje. Quizá haya que
corregir el rumbo, quizá ya no quieras ir donde antes querías ir,
ahora que ya tienes mucho camino recorrido, perspectiva suficiente y
el horizonte más claro. No hay buen puerto para quien no sabe a qué
puerto quiere ir, así que hay que trazar una nueva ruta y diseñar
un plan de acción para llegar a buen puerto. Sólo la acción produce resultados.
Un
anciano enfermo, con movilidad reducida, con la vista y el oído
mermados, necesitado de ayuda para todo y arrojado tal vez a una
residencia con otros desconocidos en su misma situación, o peor aún,
abandonado en las calles sin ningún tipo de recurso, sin proyecto de
futuro... ¡de qué le sirvió todo lo que hizo, todos sus
esfuerzos, todo lo que dio, todo lo que invirtió! ¡cuál es su
perspectiva de la vida ahora que a nadie le sirve ya!
La
vida es efímera, pero es nuestra y sólo tenemos una, así que hay
que planificarla y vivirla con intensidad en cada una de sus etapas
como más nos guste, que a la hora de partir nadie nos va a
acompañar... “te acompaño en el sentimiento”... pero no es lo
mismo.
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Que lo que hagas hoy te lleve donde quieres estar mañana.
Que lo que hagas hoy te lleve donde quieres estar mañana.