PC Asistencia Remota

PC Asistencia Remota
A veces alguien te pide ayuda para resolver un problema informático, o bien eres tú quien necesita que alguien te eche una mano con tu ordenador. Hoy es posible hacerlo a distancia siempre que ambos ordenadores tengan conexión a Internet.
El programa TeamViewer es la herramienta adecuada para este propósito, funciona con la mayoría de los sistemas operativos y se puede descargar de manera gratuita para particulares en la página https://www.teamviewer.com/es/.

Tanto la persona que va a dar soporte como quien va a recibir la ayuda deben instalar y abrir dicho programa. Nada más arrancar el programa aparece la pestaña de control remoto, dividida en dos partes:
  • En el lado izquierdo aparece el número de identificación de tu propio ordenador (Your ID), así como la contraseña de acceso temporal, que se generan automáticamente.
  • En el lado derecho aparece una casilla en la que hay que introducir el número de identificación del ordenador remoto al que quieres acceder (Partner ID), dato este que debe facilitarle el dueño de dicho equipo por teléfono, sms, whatsapp, etc.
    Desde ese momento podrás trabajar en el PC de la persona a la que quieras dar soporte y manejar todo su equipo como si estuvieras sentado frente su ordenador, subir archivos, etc. Este acceso sólo es posible durante esa sesión para lo cual el partner tiene que tener abierto el programa y facilitarte la ID que le aparezca cuando arranque el programa TeamViewer.

    El programa tiene además otras funcionalidades, como acceso remoto a tu propio PC desde otro ordenador o teléfono móvil, realizar videoconferencias, etc. Una aplicación interesante y gratuita.

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A lo hecho, pecho.


Inventario De Vida

Inventario De Vida
Cuando me hice adulto mis abuelos ya eran mayores. Parece una verdad de Perogrullo, ese personaje del imaginario popular “que a la mano cerrada la llamaba puño”, cuyo rastro se remonta al siglo trece y que menciona Sancho Panza en El Quijote. Su nombre dio lugar a la palabra perogrullada “verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza decirla”.
Pero es que incluso cuando yo era niño mis abuelos ya eran mayores, siempre les vi mayores, como si fuera ese su estado natural de toda la vida. Y lo de mayor no lo digo en sentido peyorativo, todo lo contrario, me parecían seres superiores, un ejemplo a seguir, una imagen entrañable y amable, una fuente inagotable de conocimiento, de cariño y de cuidados incondicionales.
La vida no es un estado permanente, sino una concatenación de etapas. Hay etapas que te parecen estables por carecer de perspectiva suficiente, te parecen eternas cuando en realidad son muy cortas, y otras se te antojan breves, incluso próximas a su fin porque crees ver el horizonte, cuando en realidad todavía tienes por delante un tercio del total de tu existencia.

Hay niños, hay adolescentes, hay jóvenes, hay adultos y hay ancianos.
Ese anciano que ves, un día fue adulto, fue joven, fue adolescente y fue niño también. Desde cada una de esas etapas se tiene una perspectiva diferente de la vida, verdad esta de Perogrullo también, pero es que hay que ser consciente de ello, que a veces se nos olvida.

De niño, si tienes suerte, recibes cuidados, cariño, besos, achuchones y pellizcos en los carrillos diciéndote lo rico y guapo que eres... en realidad no soportas a casi nadie, salvo a tus padres, que sabes que son de los tuyos. Y a tus abuelos, claro.

La adolescencia es una etapa complicada pero llena de ilusiones, sobre todo de ilusiones. El futuro todavía no tiene horizonte, no tiene fin y miras con avidez todo el menú que la vida te ofrece, como si de un buffet libre de hotel de lujo se tratara.

Cuando eres joven comienzas una etapa difícil porque te toca coger el testigo para continuar la carrera de la vida, al principio acompañado y supervisado, muy a tu pesar porque ya sabes lo que haces, pero poco a poco te vas alejando de quienes te formaron para continuar el camino por tus propios medios. Entonces empiezas a darte cuenta de que las cosas cuestan trabajo, todas las cosas, y que si no lo haces tú nadie lo hará por ti. Es una época en la que se cometen errores, principalmente porque crees saberlo todo y tardas mucho tiempo en darte cuenta, si es que llegas a darte cuenta, de que realmente sabes muy poco y lo que crees saber no te lleva donde quieres ir. Siempre es así, tal vez porque tenga que ser así.

En la etapa adulta hay que hacer un alto en el camino para hacer inventario, analizar nuestra línea evolutiva y nuestro progreso, nuestros éxitos y nuestros fracasos, nuestras fortalezas y nuestras debilidades y comprobar si estamos hoy donde queríamos estar ayer. Es momento de revisar qué llevas en la mochila, seleccionar lo necesario y deshacerte de lo superfluo para aligerar la carga, y comprobar quiénes son tus compañeros de viaje. Quizá haya que corregir el rumbo, quizá ya no quieras ir donde antes querías ir, ahora que ya tienes mucho camino recorrido, perspectiva suficiente y el horizonte más claro. No hay buen puerto para quien no sabe a qué puerto quiere ir, así que hay que trazar una nueva ruta y diseñar un plan de acción para llegar a buen puerto. Sólo la acción produce resultados.

Un anciano enfermo, con movilidad reducida, con la vista y el oído mermados, necesitado de ayuda para todo y arrojado tal vez a una residencia con otros desconocidos en su misma situación, o peor aún, abandonado en las calles sin ningún tipo de recurso, sin proyecto de futuro... ¡de qué le sirvió todo lo que hizo, todos sus esfuerzos, todo lo que dio, todo lo que invirtió! ¡cuál es su perspectiva de la vida ahora que a nadie le sirve ya!

La vida es efímera, pero es nuestra y sólo tenemos una, así que hay que planificarla y vivirla con intensidad en cada una de sus etapas como más nos guste, que a la hora de partir nadie nos va a acompañar... “te acompaño en el sentimiento”... pero no es lo mismo.

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Que lo que hagas hoy te lleve donde quieres estar mañana.


Blanca Y Radiante

Blanca Y Radiante

Los grandes ventanales desde los que se atisbaba la playa feliz de cálida arena eran el marco ideal para dar rienda suelta a sus delicadas manos en aquellas tardes de  Los grandes ventanales desde los que se atisbaba la playa feliz de cálida arena eran el marco ideal para dar rienda suelta a sus delicadas manos en aquellas tardes de verano, de cada verano, de todos los veranos.


Frente a ellos, con el salón bañado con la suave luz del atardecer y el rumor de las olas musicando la estancia, vestía su caballete con blanco lienzo, como si de una inmaculada novia se tratara. Ella manejaba sus pinceles con la maestría con la que un director de orquesta maneja su batuta, orquestando una sinfonía de colores con los que expresaba su más íntimos sueños, sus más secretas esperanzas.

Virginal, ilusionada, limpia y leal, entregó su joven e inexperto amor a su amor, su gran amor, su único amor. Había tenido buen ejemplo en sus propios padres: él, recio y escueto en las formas, pero cálido de corazón; ella, alegre, divertida, desenfadada y cantarina, un cocktail perfecto para elaborar la fórmula de la felicidad hasta el final de sus días.

Blanca y radiante entregó su dulce amor... pero aquello acabó, como acaban los días, como acaba el verano. Los años han pasado, pero no así su juventud, juventud del alma que dota al cuerpo de renovadas energías para explorar nuevos horizontes. La vida sólo acaba cuando se termina la ilusión, cuando se agotan las ganas de tomar los caminos inexplorados que se internan en el bosque frondoso de verde intenso. Y ella no tenía miedo de andar los nuevos caminos.

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Regala tu ausencia a quien no valora tu presencia.

 

Tu Nombre

Tu Nombre

Se me cae tu nombre de la boca, no importa con quién, no importa el momento, no importa el lugar. Se me cae tu nombre de la boca y no lo puedo remediar.
Dices que conmigo aprendiste a ser mujer, mas yo te digo que aprendí a ser hombre contigo. Se me cae tu nombre de la boca y no lo puedo remediar.

Cuando la razón cede el trono a la pasión y decir “te quiero” se queda pequeño, se inicia un camino inquietante, incontrolado, perverso, un camino de misteriosa belleza, desconocido, siempre nuevo. Desconocido porque quien ya ha estado no lo quiere o no lo puede contar, y nuevo porque nunca es igual, siempre sorprende, y cada sensación supera la anterior.

La cotidianidad anodina cede entonces el paso a la excelencia de la pasión desmedida, pasión del cuerpo, pasión del corazón, pasión del alma. Lo que era inquietud se convierte en placer, y el temor se transmuta en poesía, auténtica poesía llena de fuerza que retumba al ritmo de los latidos del corazón.

De regreso a la razón la vida ya no será igual y todo tendrá una importancia relativa. Los problemas mundanos pierden relevancia, y las preocupaciones de la gente provocan en el iniciado una sonrisa condescendiente, moviéndose entre ellos con una perturbadora tranquilidad, con el halo de quien ha conocido un secreto a pocos revelado.
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No me gusta el café descafeinado, ni el champán sin burbujas, ni el vino de bar.