Semana Santa

Semana Santa
Hacía mucho tiempo que no venía, y no era de extrañar, ya que la última vez que estuvo no le fue bien, nada bien.
Pero pensó que después de tanto tiempo no le reconocería nadie y que podría pasear de incógnito por las calles para observar cómo habían cambiado las cosas desde su última visita... después de tanto tiempo ausente.

Por la prensa supo que la situación social había degenerado hasta límites insospechados. Na había rincón en el que no se hubiera instalado la corrupción y la bajeza moral de manera casi inexpugnable.
Vio también, sin embargo, estampas agradables, por lo que pensó que tal vez no estaba todo perdido. Vio niños riendo y jugando con sus padres, perros saltarines moviendo alegres la cola alrededor de sus dueños, grupos de amigos charlando amigablemente en las terrazas de las cafeterías, parejas de novios besándose... bueno, parecía que no estaba todo perdido.

De pronto empezó a oír un ruido ensordecedor, golpes de estacas contra el suelo, estridentes trompetas amenazadoras, tambores que hacían retumbar las casas y cantos fantasmagóricos que impregnaban las calles de una atmósfera aterradora.
Tuvo miedo, mucho miedo, pero también sintió curiosidad, así que se acercó con sigilo hacia el lugar donde parecía que estaba el origen de tan preocupantes señales, dobló la esquina y de pronto se le paró el corazón.
Allí había una horda de encapuchados portando una cruz, estacas golpeando el suelo, teas encendidas y tambores y trompetas sonando con tal ímpetu que harían temblar las piernas al más templado. ¡No, otra vez no! ¡Otra vez vienen a por mí!

Jesús salió corriendo calle abajo perdiendo las sandalias en su huida y prometiéndose a sí mismo que jamás volvería a bajar a la Tierra. 

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No te quedes en las nubes si puedes alcanzar las estrellas.  


Exceso De Mujer

Exceso De Mujer
 
Mística y guerrera, dura e inflexible, cruel si la ocasión lo requiere y, sin embargo, apasionada poetisa capaz de desgarrar el alma más insensible con sus atormentados relatos escritos con su propia sangre. Seductora, hechicera, con esa misteriosa y arrebatadora belleza salvaje capaz de embrujar al más pintado... loba solitaria, águila altiva, gata merodeando por las sombras del cementerio... así es.
 
Imposible domarla, imposible amarla, cualquier muestra de afecto rechaza como si de una grave ofensa se tratara y, como gata apaleada, de las caricias huye y araña la mano que se atreve a tocarla. En guerra contra el mundo… hasta los momentos de fundirse íntimamente en un apasionado abrazo los convierte en una lucha por la supremacía.
Su reluciente y bella armadura esconde y protege un cuerpo roto en mil batallas, una mente quebrada por duras experiencias, un alma atormentada, incomprendida.

Sólo encuentra la paz en paisajes solitarios a los que accede a lomos de su motorizada montura metálica, su fiel compañero de viaje, su amigo mejor. En bosques encantados se interna, donde serpean riachuelos que murmuran misterios que sólo ella es capaz de descifrar, como una sacerdotisa celta que conoce a la perfección los misterios del bosque... ese es su hogar. Y los cementerios... ¡qué lugar mejor para hacer el amor!

La felicidad, un sentimiento prácticamente desconocido para ella, la sorprende a ratos, cuando baja la guardia y se deja querer.
Entonces brota de su alma una risa extraña, extraña por no usarla, más parecida a un sonido inquietante que a una expresión de felicidad. Pero es felicidad, una extraña y desconocida sensación. Una mujer para amar o para odiar, nunca indiferente, inconmensurable, superlativa, un exceso de mujer.
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Si te hace reír, si hace que te sientas bien, no hay duda.