El Balcón Y La Dama
La plaza tiene un balcón, el balcón tiene una dama, la dama una ilusión.
Hoy
llueve, casi nunca llueve, pero hoy lo hace, gracias a Dios, llueve en
su plaza y llueve en su balcón. Es la plaza un entrañable rincón, una
extensión de la casa por donde pasean caras familiares y buena gente,
las más.
Protegidos
junto a la esquina, tres músicos callejeros ofrecen su serenata
habitual con más voluntad que acierto, pero alegran la calle con sus
sombreros festivos y sus guitarras añejas. A cambio sólo esperan alguna
moneda, pero lo cierto es que no tiene precio poder disfrutar desde el
balcón, mientras ella cocina, de ese espectáculo fresco y alegre, fresco
como el día, alegre como su corazón.
Los paraguas, casi nuevos por
falta de uso, salen a disfrutar su momento de gloria mientras cobijan
bajo su abrazo a esa pareja ya madura, que la lluvia obliga a mantenerse
cerca uno de otro, y es que Cupido tiene mil recursos para acercar a la
gente destinada a entenderse.
Bajo
el toldo del restaurante se alcanza a adivinar una joven pareja
cogiéndose las manos explorando nuevos caminos, caminos que les darán
alegrías y también les romperán el alma, pero sólo cuando se te rompe el
alma te das cuenta de que la tienes y de que necesita cuidados
especializados.
Testigos inmutables, las maniquíes del escaparate visten sus mejores galas y contemplan a la gente pasar, ¡qué guapas están!
Pero
más guapa está ella, en su balcón, viendo la plaza llover, la música
bailar, la gente pasar, las maniquíes mirar… por la tarde llegará él, y ese guisado le está
quedando de escándalo, de bueno que está.
La plaza tiene un balcón, el balcón tiene una dama, la dama una ilusión.
----------------------
No quería enamorarme… pero me sonreíste.