Quemalibros
La quema de libros, es decir, el tiro en la nuca a la cultura y la libertad de expresión, ha sido práctica común a lo largo de la Historia desde que el libro es libro.
La quema de libros, es decir, el tiro en la nuca a la cultura y la libertad de expresión, ha sido práctica común a lo largo de la Historia desde que el libro es libro.
En
todas las épocas y en
toda la geografía del
planeta,
regímenes fascistas, religiones totalitarias y grupos de dominación
de todo tipo, han tratado eliminar aquellos libros que no les
gustaban.
Todos
ellos pensaban que tenían razón, todos ellos pensaban que lo hacían
por el bien de … de su ideología, de su credo, de su gente.
Incluso
por el bien de la Humanidad, a la que creían representar en
exclusiva.
Los quemadores de libros, independientemente de su confesión
religiosa, ideología política, estrato social o condición sexual,
tienen en común la misma calidad humana.
Me
gusta curiosear en las librerías. En ellas conviven libros de temas
técnicos, infantiles, comics, idiomas, religión, esoterismo, cocina
y muchos, muchos ensayos que exploran la posibilidad de analizar las
cosas desde ángulos distintos a los tradicionales.
He
visto en ellas libros como La Biblia, El Corán, I Ching, Mein Kampf del
fascista Hitler, El Capital del comunista Marx, o Dios y el Estado
del anarquista Bakunin. Y
nadie se escandaliza. Tal vez porque los quemadores de libros no
frecuentan las librerías, sólo las queman cuando los agitadores les
incitan a ello.
En
el día contra la violencia sexista se crucifica públicamente
el libro “Cásate y sé sumisa”. No
lo he leído. No sé si es un libro de humor, una crítica social o
una provocación para que los quemadores de libros ayuden con su
encendida oposición a convertirlo en un best-seller. Al fin y al
cabo, nadie ha dicho que los que crucifican libros sean gente
inteligente.
Es
una pena que una buena causa defendida con la mano derecha se
mate con la mano izquierda.
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Si hay dudas, no hay duda.
Si hay dudas, no hay duda.