El Cielo Puede Esperar
Hace treinta años me enamoré de una mujer. Siempre fue el gran amor de mi vida. En realidad es la única mujer de la que he estado enamorado. Ella tenía su vida, y yo también. No era el momento. No pudo ser.
Pero mi gran amor ha vuelto a aparecer, y ha venido para quedarse. Ahora mi nave navega en un tranquilo mar, y en mis días luce el sol. Mi casa es de nuevo un hogar.
Hay muchas cosas que se han perdido en el camino, muchas cosas que se han roto y ya no se pueden arreglar. Pero la vida sigue, y a veces te da otra oportunidad.
“Eres como el mar, a veces tormentoso, otras en calma, pero siempre bello”, me decía ella treinta años atrás.
“Por haberte conocido ha merecido la pena haber nacido”, le decía yo.
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Tarde o temprano,
los ríos acaban desembocando en el mar.
