Viaje A La Alhambra

Viaje A La Alhambra

La Carrera del Darro, un estrecho paseo adoquinado junto al que discurre el pequeño río al que debe su nombre, un río íntimo que serpea al abrigo de la vegetación atravesando dos puentes de mampostería hacia el Paseo de los Tristes, es sin duda uno de los lugares mágicos de Granada.

Ya en el Paseo de los Tristes, que debe su nombre al hecho de que antiguamente pasaban por allí los cortejos fúnebres camino del cementerio, se empieza a percibir el embrujo de La Alhambra, que observa misteriosa desde las alturas, alzándose majestuosa sobre la espesura del bosque que la protege. En la explanada en la que respira el Paseo de los Tristes se puede disfrutar en cualquiera de sus terrazas de unas berenjenas fritas con miel,  acompañadas de una refrescante cerveza roja.
Alguien con el pelo recogido en una coleta y sandalias de cuero, cual bardo del medievo, ameniza la tarde con su guitarra, mientras su compañera sueña con la mirada perdida, sentada en el muro junto al río. Antiguamente se celebraban en esa explanada grandes fiestas y celebraciones, con espectáculos de toros incluidos.

Hoy retumba de nuevo el amor, siempre ardiente, desbocado, pero hoy y ahí más que nunca, con las manos entrelazadas y las miradas mezcladas sin saber cómo explicar tanta emoción. Pero esa es otra historia, como decían en la película "Irma la dulce", de Jack Lemmon y Shirley MacLaine.

Continuando hacia adelante se encuentra la Cuesta del Chapiz, que conduce al Albaicín (patrimonio de la Humanidad) o al Sacromonte (cuna del flamenco en Granada), con sus casas cueva, entornos estos recreados por Lorca en su "Romanceo gitano". Asistir a una zambra, espectáculo flamenco, es una experiencia que no hay que pasar por alto.

La ciudad es otro cantar, acogedora y brillante la mires por donde la mires, con su Alcaicería, una zona en el centro repleta de pequeñas tiendas cargadas de recuerdos típicos, sus cafeterías y restaurantes, a cual mejor, y su ambiente entrañable donde es imposible no sentirse un lugareño más.
Es imprescindible la visita a la Capilla Real, adosada a la Catedral, donde descansan los restos de los Reyes Católicos.

Terminar la jornada con un vodka con naranja en la plaza Bib-Rambla es ponerle un broche de oro al embrujo de Granada, antes de continuar caminando despacio junto al río Genil hasta el hotel, y reponer fuerzas para abordar La Alhambra al día siguiente, que ella por sí misma merece una dedicación especial.
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Por haberte conocido, ha merecido la pena haber nacido.