Divino Tesoro

Divino Tesoro

"Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…".

Así decía Rubén Darío en su "Canción de otoño en primavera". Pero a mí me ha costado muchos años dejar de ser joven, muchos años de experiencia y aprendizaje que no quisiera arrojar por la borda. No quisiera desaprender lo aprendido, desvivir lo vivido, desdisfrutar lo disfrutado ni desamar lo amado. Aprendí de mis errores, así que voy a cometer más para seguir aprendiendo. Vale más arrepentirse de lo que has hecho que de lo que no has hecho.

No quisiera volver a los años de estulta altivez en los que creías saberlo todo, sin haber apenas asomado a la vida. No. El tesoro no es ser bisoño, sino haber aprendido a separar el trigo de la paja y la paja del polvo. El tesoro es saber qué quieres y qué no quieres. El tesoro es haber llegado hasta aquí y sonreír viendo desde la atalaya de la vida todo el camino recorrido, superado, disfrutado y sufrido, que todo suma.

No quisiera volver a pasar por la niñez, ni la adolescencia, ni la juventud, luchando en guerras baldías, ajenas las más, adocenados, dirigidos por aviesos intereses haciéndonos creer que eran los nuestros. Queda mucho por recorrer, seguramente la mejor parte, sin prisa, disfrutando cada paso y extrayendo el meollo a la vida, que a nadie hay que dar cuentas ya, y al final del camino nos preguntaremos si hicimos todo lo que pudimos, o nos quedamos arrellanados en el sofá para no molestar.

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De la vida exprimo el jugo y desecho lo demás.