Galileo

Galileo
Hay una opinión oficial en cada época, en cada zona y en cada colectivo. Esa opinión oficial se convierte en "opinión general" gracias a la presión de los dirigentes, que señalan a los disidentes y azuzan a las bases para que se lancen contra ellos con patente de corso.

Esto ha sido así a lo largo de los tiempos y nada ha cambiado. Hasta hace no mucho te lapidaban -y todavía se hace en países poco avanzados- si decías que había más de dos sexos. Ahora, en los países avanzados te lapidan si no reconoces que hay muchos más, tantos como cada uno quiera. Defender lo obvio ha sido y es una actividad de riesgo si no coincide con la opinión oficial que dictan los dirigentes en cada momento y que asumen entusiasmados los que llegaron tarde al reparto de cerebros.

Si opinas que un policía uniformado no puede ir con greñas, sin afeitar, con tatuajes, piercings, pendientes y aspecto de delincuente, siempre hay corporativistas indignados dispuestos a morderte la yugular. Si opinas que un hombre no puede ser nombrado la mujer más guapa del país, por razones obvias, hordas de indignados saltan furiosos sobre ti. Lo más cómodo y seguro es no pensar, sino bailar al ritmo variable e interesado de la opinión oficial. ¡Y sin embargo se mueve! que diría Galileo.

Y entonces oyes el sempiterno "¡¡¡esa será tu opinión!!!", dicho esto con tono indignado y amenazante, como si fuera un delito tener opinión. Los testigos permanecen expectantes hasta asegurarse de que hay "quorum" suficiente para decidir si es mejor defender lo obvio o permanecer callados, a la vista de la furibunda reacción de esa caterva de indignados acólitos de la oficialidad. Tú aclaras que esa es sólo tu opinión, sin pretender sentar cátedra, y entonces alguien vuelve a insistir "¡¡¡ya, pero esa es sólo tu opinión!!!". Y para darle un toque intelectual a su intento de represión, añade: "las opiniones son como los culos, que todo el mundo tiene uno".

Y ahí ya no puedes callarte. Puede que tengas que callarte que es la Tierra la que se mueve alrededor del Sol y no al revés, como aseveraban los coetáneos de Galileo, si con ello evitas ir a prisión. Tú admites que esa es sólo tu opinión y que tienes derecho a expresarla, del mismo modo que él tiene derecho a expresar la suya, pero en lo de las opiniones y los culos, ahí no te puedes callar. Hay tantas opiniones como cerebros, pero no hay tantas opiniones como culos. Quien tiene un cerebro tiene una opinión (un cerebro, una opinión). Pero todos los que aceptan la opinión general sin análisis, tienen culo pero no opinión (muchos culos, una opinión).


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En el bosque divergían dos caminos, y yo tomé el menos transitado.