Verano
La primavera ha
venido y nadie sabe cómo ha sido, pero ya se va, y eso que acaba de
empezar. Asoma el verano con
fuerza y con él me vienen recuerdos de otros veranos que laceran mis
entrañas, no por bien, no por mal, sino por simple añoranza de
momentos que no volverán.
Hoy no quiero enturbiar el alma con pensamientos lascivos, cada día tiene su afán y cada cosa tiene su momento y su lugar. Hoy prefiero ver en esa mujer de perfumada piel que lee bajo el palio de la suave luz del sol de la mañana, un templo de la belleza en el sentido más amplio, belleza del cuerpo, belleza del corazón, belleza del alma. Sólo cuando una ráfaga de viento cómplice empuja el pelo sobre su cara obligándola a girarse para componer los desperfectos, acierto a vislumbrar su femenino perfil. No me equivocaba: un templo de mujer. Templo y no parque público te quiero, que ya sé que no se estila, pero es que soy de esos amantes a la antigua que suelen todavía mandar flores, como dice la canción.
Cuanto más conozco a los hombres, menos los quiero; si pudiese decir otro tanto de las mujeres, me iría mucho mejor (Lord Byron).