El ser humano está formado fundamentalmente por tres partes: cuerpo, mente y espíritu. Es como la Santísima Trinidad: tres entidades en una sola naturaleza.
Esto convierte al ser humano en lo más perfecto y evolucionado del Universo. Angeles y demonios tienen espíritu y mente, pero no tienen cuerpo, lo que les impide disfrutar del intercambio de fluidos con otros congéneres, notar el sol sobre la piel, o sentir una suave brisa en la cara mientras contemplas un bonito paisaje oyendo música y saboreando una cerveza doble malta en compañía de un bello ejemplar humano.
Ellos nos envidian, y por eso están siempre tratando de convencernos de que tenemos que renunciar a alguna de esas ventajas: unos quieren que renunciemos al cuerpo y los otros quieren que renunciemos al alma. Pero nosotros lo queremos todo, y no estamos dispuestos a sentirnos culpables por ello.
Sin embargo, la esencia del YO no está en el cuerpo ni en la mente, sino exclusivamente en el espíritu. A mí (a YO) me duele la cabeza, mi cabeza, la mía, la de YO. En mi opinión (en la opinión de YO) ese individuo es un gran tipo. Incluso, hasta nuestros propios sentimientos pueden no ser la verdadera esencia de nuestro YO (YO siento paz cuando medito en la orilla del río, viendo el agua pasar). Puede cambiar nuestro cuerpo, nuestros pensamientos o nuestros sentimientos, pero seguimos teniendo conciencia de nuestra identidad aunque cambien los atributos de nuestro YO.
Nuestro cuerpo funciona solo. Respiramos, bombeamos vida a todos los rincones del cuerpo, tenemos un ejército de fuerzas especiales dispuestas a combatir a cualquier invasor, y engendramos clones con los que poblar la Tierra sin tener ni idea de cómo se hace, científicamente hablando. Nuestro cuerpo funciona a la perfección, pero no lo dirigimos nosotros, funciona solo, no lo dirige nuestro YO.
Nuestra mente funciona noche y día sin que nosotros podamos impedirlo. Incluso la gente más zafia tiene una mente que funciona sin que ellos hagan nada para que así sea. Te “vienen” pensamientos constantemente, y tenemos pensamientos con los que no siempre nos sentimos identificados. Tenemos sueños, a veces extraños, que cuando nos despertamos, ni siquiera entendemos.
Nuestro YO no controla nuestro cuerpo, ni controla nuestros pensamientos.
Incluso, a veces, nuestro YO no acepta nuestro cuerpo ni nuestra mente. No nos gustan... o sí. Pero ¿a quién le gusta, o no, nuestro cuerpo o nuestros pensamientos? ¡A YO!
Parece claro que el cuerpo y la mente son nuestros, pero no son YO.
Quizá haya que identificar nuestro verdadero YO y observar nuestro cuerpo y nuestra mente con curiosidad científica, como algo externo a nosotros, e incluso como elementos que hay que controlar, ya que funcionan sin nuestra participación, y a veces actúan en contra de nuestro beneficio, como cuando tenemos dependencias, baja autoestima, depresión, etc.
Otra opción es tomarse la pastilla azul de Matrix y disfrutar de la vida sin hacerse tantas preguntas, que cada uno es cada uno y tiene sus cadaunadas.
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Es muy arriesgado no arriesgarse, y yo no quiero correr ese riesgo.