Salir de la zona de confort para explorar nuevos territorios es a veces una tentación irresistible, pero hay que saber nadar y guardar la ropa. Ulises se caracterizaba por su intrepidez y su valor, pero sobre todo por su prudencia y su astucia. El Ulises de Homero, no el de Joyce, que requiere un estudio aparte.
A su vuelta de la guerra de Troya
sufrió Ulises muchas vicisitudes, una de las cuales fuel el paso
junto a la isla de las sirenas, cuyo canto era tan dulce que todos
los marineros que por allí pasaban se acercaban a sus costas,
muriendo ahogados o embarrancando sus naves en la orilla.
Ulises
no quería perderse ese canto de sirenas que a todo el mundo
hechizaba, pero tampoco quería perder el Norte, el camino de regreso
hacia su hogar. Así que, aventurero y prudente a la vez, se hizo
amarrar al mástil de su nave para poder oír su maravilloso canto
sin tener la tentación de dirigirse hacia la costa, que habría
acabado con su vida y la de toda su tripulación.
Ese
pecado andante con falda corta, medias de encaje y tacones de vértigo, puede ser un
territorio tentador, y te gustaría explorar sus costas para
deleitarte con su maravilloso canto. Puedes hacerlo, intrépido
aventurero, pero si lo haces, no te enamores porque sólo son “cantos
de sirena”. Hay que saber separar el trigo de la paja y la paja del polvo.
A veces renunciamos a fortalezas propias para abrazar
errores ajenos, y nos parece que lo de fuera siempre es mejor que lo
de casa. Cuando
llegas tarde a casa, puedes encontrarte con alimañas de distinto
pelaje tratando de oír el canto de tu Penélope, por lo que no debes
estar demasiado tiempo explorando nuevos territorios, y si lo haces,
debes tomar las medidas de prudencia y protección adecuadas. Y
tienes que volver a casa a la hora de cenar como muy tarde, que de lo contrario
puede arder Troya, que dice la sabiduría popular.
Esto
es aplicable a todas las aventuras de la vida. No debatas con un
tonto porque navegarás en su terreno y embarrancarás en su obtuso discurso.
Que no te cuenten historias de sirenas, que tú sabes equivocarte solo. Tú a lo tuyo. Amárrate al mástil de tus principios, no pierdas de vista el
objetivo de tu viaje y vive aventuras intelectuales, ideológicas o morales, pero vuelve pronto por tus
fueros. Haz tu plan de ruta, uno que se adapte a tus intereses, y sal
de tu zona de confort, pero procura no entretenerte mucho en el camino porque siempre
habrá quien valore lo que tú desdeñas.
Cuentan de un sabio que un día,
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro -para sí decía-
más pobre y triste que yo?
Y la respuesta encontró
cuando, el rostro volviendo,
vio a otro sabio recogiendo
las hierbas que él arrojó.
(Calderón)
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La vida es como un espejo: si le sonríes te devuelve una sonrisa.