Contrato Social

CONTRATO SOCIAL
La C.E.C.A. (Comunidad Europea del Carbono y del Acero) fue el origen de la C.E.E. (Comunidad Económica Europea), que se convirtió después en C.E. (Comunidad Europea) y posteriormente en U.E. (Unión Europea).
La C.E.C.A. fue una organización supranacional que nació en 1951 con el objetivo de crear un mercado común del carbón y del acero mediante la supresión de aduanas y facilitando su libre circulación entre los países miembros: Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Luxenburgo.
La Unión Europea es por tanto una unidad de mercaderes, no de países ni de ciudadanos.
Como curiosidad, la palabra “ceca” significa “lugar donde se fabrica o emite moneda”.

Los grandes mercaderes se organizan en estructuras que superan fronteras, nombran y derrocan gobiernos, subvencionan a partidos políticos con opción a gobernar y deciden las leyes que se deben aprobar en los distintos parlamentos.
A cambio de entregarles los recursos del país con la impunidad que les otorga el haber sido elegidos democráticamente por los ciudadanos, los gobernantes de turno pueden saquear el país y colocar a sus familiares y amigos en la Administración, que crece descontrolada como un cáncer con cada cambio de gobierno.
Si hoy se celebraran elecciones generales, autonómicas o municipales y ningún ciudadano fuera a votar, mañana seguiría habiendo presidente de gobierno, ministros, presidentes autonómicos, diputados, senadores, alcaldes, concejales, jueces y policías. 
Y también impuestos y multas para poder mantener a todos los amigos colocados en la Administración y a las organizaciones subvencionadas con dinero público para que colaboren con el Sistema.
Da igual a quién votes, da igual que votes o te quedes en casa: el día después seguirían existiendo la mismas instituciones que el día anterior al que decidiste no ir a votar. 
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Los mercaderes deslocalizan el poder de los países y deslocalizan también sus medios de producción para así poder controlarlos mejor. Lo llaman globalización.
Dan dinero a los gobiernos para que cedan parte de la soberanía de su país a una institución superior. Los gobernantes cogen el dinero felices y se sienten importantes viajando en avión para ir a reuniones internacionales donde no saben qué es lo que se cuece. Por no saber, no saben ni el idioma que utilizan los ponentes. Pero no importa, este mes ya ha cobrado varios sueldos y él sólo tiene que firmar unos papeles que le ponen sobre la mesa.

No sólo se cede la soberanía política, sino que se cede también la capacidad de decidir sobre los recursos naturales y los medios de producción del país.
Los mercaderes también pagan dinero por sacrificar el ganado, dejar de cultivar y dejar de explotar tus recursos naturales. La razón es que si lo produces tú, ellos no te lo pueden vender.
Los ciudadanos alucinan con estos tontos europeos: les dan dinero para que no trabajen, para que no cuiden del ganado, para que no cultiven, para que no vayan a la mina, para que no fabriquen barcos... ¡les dan dinero para que no trabajen!

El político se va... eso sí, con los bolsillos llenos y a un buen puesto que le han ofrecido los mercaderes a los que sirvió durante su mandato.
Pero la deuda queda. Los gobernantes viven como reyes gracias a los préstamos que les conceden los mercaderes, cuyos intereses tienen que pagar después los ciudadanos, sus hijos y sus nietos.
Y el subsidio por desempleo también se acaba, y tú ya no tienes vacas, ni trigo, ni vides, ni olivares, ni carbón, ni acerías, ni astilleros. ¡Tú que presumías de que te habían prejubilado con 50 años y con la indemnización que te habían dado por no trabajar te habías comprado un precioso apartamento en primera línea de playa!

Después de tantos años alardeando de conquistas sociales y derechos que ni siquiera sabías que tenías, ahora te conformarías con una casita digna donde vivir, algo de comida que no esté caducada y una ayuda para pagar la luz, porque hasta la energía solar la están boicoteando para que tengas que contratarles a ellos la calefacción.
Llegados a este punto estás dispuesto a aceptar cualquier cosa que te permita respirar un poco, cualquier tipo de trabajo, cualquier tipo de salario, cualquier tipo de contrato, o de no contrato, que no está la situación para ponerse dignos.
Y ya no puedes vivir por tus medios, porque te los han comprado, a ti y a tu país, por lo que hasta lo más básico se lo tienes que comprar a los mercaderes al precio que te quieran poner y en las condiciones que ellos decidan.
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El contrato social es un acuerdo tácito entre los ciudadanos, en el que éstos ceden parte de su libertad como individuos a cambio de beneficios mayores inherentes al intercambio social, y reconocen la autoridad del Estado para administrar la carga de derechos y deberes que debe regir una vida en sociedad ordenada y en paz.
Sobre el contrato social han teorizado pensadores como Platón, Aristóteles, Cicerón, Hobbes, Locke y el más reconocido en este tema, Rousseau (El contrato social, 1762). Se dice que este libro fue uno de los incitadores de la Revolución Francesa.

¿Pero qué sucede cuando el Estado olvida su papel y se convierte en un vulgar ladrón, un padre ebrio que dilapida el patrimonio de la familia y vende a sus hijos a los mercaderes del desierto a cambio de marisco, puros habanos y otras fruslerías?
Partiendo de la nada, la clase política ha alcanzado en democracia las más altas cumbres de la degradación moral, cubriendo sus vergüenzas con lujosos trajes dialécticos que sólo ellos ven, como en la fábula “El traje nuevo del Emperador”.

El contrato social está roto y sólo hay una manera de resolverlo: los ciudadanos deben tomar la iniciativa y hacer que tanto los mercaderes como sus servidores respondan por sus acciones y devuelvan todo lo que han usurpado al país, a la inteligencia y a la dignidad humana.

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Mira si lo que haces hoy te lleva adonde quieres estar mañana.